04/09/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Este mes de agosto recién pasado, será recordado por los muertos que iban buscando la tierra prometida del norte de Europa. Se han ahogado en el mediterráneo o se han asfixiado en la caja de un camión que se saltaba las fronteras. Todos los muertos habían pagado a los traficantes de hombres un montón de dinero. Las democracias se están haciendo el tonto y miran para otro lado. Los que han muertos venían de países que están en guerra o que tienen por gobiernos a vampiros para los que la vida de los demás carece de ningún valor. Lo curioso es que estos gobiernos o los insurgentes que pelean por un trozo de tierra contra quien manda, están apoyados moral, económica y militarmente por los mismos racistas que tratan de impedir que esta pobre gente tenga un lugar donde vivir con dignidad. Todo se hace en nombre de la geo-estrategia, intentando no ayudar al pueblo,(éste carece de importancia), sino para joder al enemigo que, por otra parte, apoya a la parte contraria para lograr los mismo.

En este marasmo de intereses, los únicos que pierden son los que huyen, los que mueren, las familias destrozadas. Los cadáveres se amontonan en las fronteras de la rica Europa y, mientras tanto, los dirigentes y el pueblo siguen haciendo la misma vida, las mismas rutinas del día a día, como si esta tragedia sucediera en Indonesia o en Japón; siguen discutiendo por las mismas bobadas y las mismas banalidades de antes del verano. Que tu robas, (roban todos), que quiero la independencia, que me gusta más la república que la monarquía, que vaya equipo que tiene este año el Atlético de Madrid...

Los muertos callan, pero llegará un día en que sus tragedias nos impedirán dormir. Son muchos más que nosotros, los civilizados, y no tendrán más remedio que coger por la fuerza lo que nos negamos sistemáticamente a darles. Tendrán razón, sin ninguna duda, y yo, si vivo para verlo, les aplaudiré y lucharé a su lado. Aquí, los racistas, gritan a los cuatro vientos la disculpa de que la mayoría son de piel distinta y, encima, musulmanes y que son peligrosísimos, que nos quieren imponer su cultura y su religión, que quieren poner velo a las mujeres, que las van a hacer la ablación... no tengáis duda: son disculpas. Quieren comer, vivir en una casa decente, mandar a estudiar a sus hijos, comprar una televisión para ver los partidos de fútbol, un coche. Quieren ser iguales a nosotros. Quieren que les dejemos de pisotear en su propia casa, que dejemos de robar lo que es suyo.

En oriente medio la cosa está fatal, no tenéis más que ver el parte. Pero mucho peor está en el África subsahariana, donde nos hemos hartado de cometer todas las tropelías que caben en cualquier cabeza que sufre esquizofrenia. Tienen razón y nosotros no somos más que unos racistas y unos explotadores. Salud y anarquía
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