Quince días con Iria Serrano

La joven autora Iria Serrano nos traslada hasta una novela policíaca ambientada en Valladolid, pero que sirve de vehículo para tratar temas más profundos y reflexivos.

Ruy Vega
26/09/2021
 Actualizado a 26/09/2021
'Quince días de agosto', de Iria Serrano Medina, sobre la mesa de Ruy Vega.
'Quince días de agosto', de Iria Serrano Medina, sobre la mesa de Ruy Vega.
Un brutal crimen, una identidad ignorada, un tiempo que solo olvida parte de su propia historia, una mujer policía, y mucho mucho talento. Papá, tengo entre mis manos «Quince días de agosto», un libro de la autora Iria Serrano Medina, de quien es la primera carta que te escribo.

A veces, el destino guarda caminos que no percibimos, nos muestra en hojas en blanco que nuestra propia historia debemos escribirla cada uno, usando sus propias líneas. Puede que el camino esté hecho, y que creamos que somos libres en las elecciones que tomamos, pero también puede que todo esté escrito de antemano entre los libros de la vida. «Quince días de agosto» es un buen ejemplo de ello, papá.

La lectura te sumerge en la investigación de un terrible asesinato, vehículo que confluye en un flujo de palabras que sirve para tratar algo mucho más reflexivo, pues entre estas líneas podemos encontrar pensamientos y consideraciones más profundas. A través de los ojos de una policía nos sumergimos en los días de aquellos que se sienten rechazados, envueltos en estigmas y hechos consumados; como podemos leer fantásticamente en el siguiente párrafo: «Ella apretó los dientes, molesta, ante la alusión a sus rasgos étnicos, pero no replicó. ¿Por qué la gente no era capaz de ver más allá de su color de piel? ¡Era tan válida como cualquier otro!»

. No solo nos quedaremos ahí, sino que también nos adentraremos en la selva loca que envuelve a una mujer en un terrible mundo de dolor, sintiéndonos en la piel de aquellos que deben demostrar que son tanto o más, o de aquellos que temen, pero son valientes. Un buen ejemplo lo podemos encontrar en el comienzo de la novela, en su página catorce, donde leemos que «finalmente, Jorge consiguió hacerse entender ante los guardias, que tras un breve asentimiento se apartaron para dejarles pasar. Uno de ellos la miró de arriba abajo, altanero, en un brevísimo gesto insolente que ella se esforzó por ignorar. No parecía hacerle mucha gracias que una chiquilla que ni llegaba a la treintena fuera a darle órdenes». Venga, otro ejemplo, este en la página veintiuno, donde encontramos que «tomó cuatro notas rápidas en el cuadernito y se dispuso a escuchar lo que fuera que aquella muchacha con expresión aterrada tuviera que contar».

Como te comentaba, nuestra escritora, un nuevo nombre que añadir a este club de «Cartas a ninguna parte», nos envuelve en una novela policíaca con la que no solo entretenernos, sino además reflexionar en lo más profundo de nuestras verdades mentidas. Iria es de Ponferrada, y joven, muy joven. Tras leerla, no dudo que llegarán muchas más historias de entre sus manos. Yo ya estoy esperando la siguiente.

Esta novela no esconde la dureza de un trabajo, el policial, que tatúa en sus días duros momentos que permanecen, seguramente, en las retinas de los agentes que se enfrentan ante hechos tan terribles como los que nos cuenta Iria Serrano: «cuando la niña Patricia fue alzada y cubierta con una manta, por debajo de ella sobresalió su regordete brazo, que quedó colgando inerte sin que nadie se molestara en ponerlo de nuevo sobre la camilla. Estrella apartó la vista horrorizada y se persigno mentalmente». Y de esto se trata en muchas ocasiones: plasmar la verdad.

Nuestra protagonista, papá, es una auténtica luchadora, una de esas mujeres que no llevan capa ni un traje llamativo, pero que merecen mil páginas en los libros de la realidad y la admiración. Estoy seguro de que cuando lo leas estarás de acuerdo conmigo. No duda en ir hasta donde sea necesario por descubrir la verdad y hacer justicia, pero también de ver a través de los ojos de los que sufren, de sacar de la tormenta a los botes prácticamente hundidos, aunque sea arriesgando su propia vida.

Como te comentaba, el libro nos lleva a otro tipo de temas, más allá de la propia investigación, y que nos hacen tomar conciencia de un presente que no debe ser olvidado: «Sobrevivir, por ejemplo, parecía una buena opción. Se hizo una bola sobre sí misma y se encogió todo cuanto pudo, intentando que los golpes no afectasen a ningún órgano vital. Ya tenía buena práctica en ello. Era el padre de sus hijos, sí, y por lo general era un buen padre…; pero, muy a menudo, tal vez demasiado, la trataba así. Especialmente si, como en aquellos momentos, la olía el aliento a alcohol». Terrible, ¿verdad? Pero es necesario contarlo y escribirlo, tan alto como se pueda, para que no ocurra nunca. Iria sabe cómo hacerlo y lo hace con maestría.

Papá, no suelo escribirte cartas sobre libros de este género, pero estoy seguro de que te encantará leerlo. Allá donde ahora estás, es posible que muchos sufrieran terribles hechos como los que la autora nos traslada. Pero no únicamente eso, ni tampoco por estar excelentemente escrito, sino que también lo leerás con sonrisa en boca por la propia trama en sí, de la que puedo afirmar que entretiene, envuelve y te lleva a leer páginas y páginas. Ambientada en Valladolid, podría ser algo que sentimos muy cerca, entre nuestro propio deambular.

Un libro para leer con detenimiento. Quizá dos veces, por qué no. Una para disfrutar de la trama, de la investigación, de la duda, del peligro y la sorpresa entre las calles de la ciudad castellana. Además, entre estas páginas encontrarás también espacio para el amor. O quizá para esa primera atracción, ese cosquilleo en el estómago, las dudas, el miedo y la esperanza. Porque, como en la propia vida, el autor del guion de nuestros días ha dejado, entre tanta desgracia y penuria, líneas para la felicidad y la búsqueda interior, para el amor. Nuestra protagonista también se envuelve en esas miradas. Como te comentaba, es este un libro para leer con detenimiento. Quizá dos veces, por qué no. Una para disfrutar de la trama, de la investigación, de la duda, del peligro y la sorpresa entre las calles de la ciudad castellana. Otra para leer entre líneas lo que la escritora nos deja plasmado, para que sean nuestros ojos quienes llegan hasta los hechos. Esta segunda, más reflexiva, trata varios temas que hoy en día tenemos entre nuestras calles y que, desde que te has ido, papá, siguen en truenos de realidad.

«Quince días de agosto» es un gran libro, uno de esos que seguro que llegarán a tus manos y abrirás, leerás el primer párrafo y no podrás detenerte. Uno de esos que estas «Cartas a ninguna parte» te han descubierto, y del que estoy seguro que podrás disfrutar.

Es este tipo de libros los que me abren los ojos a una realidad que creía lejana, pero que está entre los muros de edificios que cruzo y me cruzan. Tuve la suerte de tenerte como padre, y construiste con mamá, a vuestro alrededor, un imperio de la felicidad; y todo ello creo que llegó hasta mí como una hermosa casualidad, sin más, pues nada hice yo para tener tanta suerte, para que tu sonrisa ocupase mis días, en lugar de las terribles desdichas que nos cuenta este libro. Por eso no puedo dejar de darte gracias una y otra vez, sin detener mis reflexiones. Todo ello es pura justicia. Algún día, papá, podré volver a abrazarte, y te agradeceré, cara a cara, todo lo que escribiste en las páginas de mi vida, porque no nos damos cuenta de lo que queremos (y debíamos) decirle a alguien hasta que ya no está. Pero estoy seguro que ese momento llegará. Lo que sí que puedo afirmarte es que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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