27/04/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Tras días de intensos debates, bombardeos de propaganda en las calles y en la red y tras escuchar a los principales candidatos –con una dosis extra de paciencia– defender sus posturas, vivimos el día de reflexión, no sé con cuántos indecisos reales en su haber y llego a la conclusión de que mañana domingo es más necesario que nunca ir a votar. Ejercer el derecho a voto no es un acto rutinario ni una acción intrascendente o un acto reflejo que en realidad no cambiará las cosas. Es nuestra oportunidad de decidir. Nosotros elegimos, nosotros participamos. Nosotros escribimos nuestro destino como país. Votar es un acto consustancial a la democracia y es nuestra responsabilidad como ciudadanos intervenir en el proyecto de país que queremos, porque está en juego nuestro papel en la sociedad, el presente y el futuro, el pan y la cultura, la ciencia y el deporte, la justicia y la igualdad, la oportunidad y el sueño.

Todo voto es útil, que nadie se deje arrastrar por quienes dicen lo contrario, y no hay voto más útil y sabio que el que se ejerce desde la voluntad y la conciencia. En una España en la que el bipartidismo pasará a la historia, cada persona tiene la libertad de elegir con matices y en esos matices reside muchas veces la diferencia entre un mundo en blanco y negro y un mundo a todo color. Iré a votar segura de lo que quiero, aun a sabiendas de que ningún programa cumple al cien por cien mis expectativas, nada es perfecto.

Quiero una España que no obligue a emigrar a sus jóvenes, un país unido y libre, sin privilegios entre sus ciudadanos, no importa si eres hombre o mujer, si eres murciano o gallego, debes contar con las mismas oportunidades. Quiero un país que sepa convivir con sus diferencias y en el que se castigue a los maltratadores, quiero un país que meta en la cárcel a las manadas. Quiero que los más débiles estén protegidos, que se erradique la pobreza infantil y que haya un pacto por la educación en el que no se manipulen historia y conocimientos. Quiero un país que apueste por la cultura como riqueza esencial de su patrimonio y que apoye a los creadores. Quiero que la España vacía vuelva a llenarse y que haya oportunidades reales de conseguir un trabajo estable. Quiero que nos respetemos y que una mujer en minifalda no constituya una provocación pero que tampoco lo sea un ciudadano constitucionalista paseando por Rentería. No quiero que a los jueces les pinten las puertas de su casa ni les ofrezcan sillones condicionados. Quiero futuro. No sé si es mucho querer o mucho pedir.
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