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Quiero el campo y quiero la ciudad

11/06/2021
 Actualizado a 11/06/2021
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En eso andamos, en el enfrentamiento campo-ciudad. España vacía o vaciada o, como dice Llamazares, desdeñada, con España... ¿Llena? ¿Llenada? ¿Privilegiada? Creo que a estas alturas del siglo XXI ese debate debía estar superado. Y no lo está. Tomemos a una persona como yo, de la generación del ‘baby boom’. Nacida en un pueblo, nieta de labradores. Cuyo padre perteneció a la primera generación familiar que fue a la universidad. Cuyo destino, mi destino, era irse a vivir a la ciudad. Ese es el primer presupuesto erróneo. Que si estudias, buscas una vida mejor, y la vida mejor está siempre fuera del pueblo, en la ciudad –preguntemos a todos lo que han pasado la pandemia en Madrid en pisos de 50 metros cuadrados si el destino mejor es la ciudad–.

Pero esa persona que soy yo necesitaba ver mundo, salir al extranjero, conocer gente de otras culturas, experimentar –consciente de que eso era una etapa–. Esa persona que soy yo volvió. Y ahora vive con un pie en la ciudad y otro en el pueblo. Con un pie en un barrio histórico de Madrid y otro, entre la ribera y la montaña leonesa. ¿Por qué esa persona tiene que elegir? Si hay algo que define a los habitantes del siglo XXI es la movilidad, la fluidez. Creo que hay seres humanos que son más felices en la ciudad, y a los que el campo y los pueblos les aburren. Creo que hay seres humanos que son más felices en el campo, en los ritmos y los paisajes rurales. El problema es cuando a estos últimos los empujan a irse. Porque en el campo no hay buena conexión de internet, el transporte público depende de una empresa medio británica que pone y quita autobuses cuando quiere, se cierran las líneas de tren y les levantan un aerogenerador en la cumbre de la montaña más cercana.

Creo que no existe la dicotomía campo-ciudad. No como la plantean algunos autores. Creo que hay abandono del campo por la Administración y que esas soluciones que se proyectan –¡oh, la agenda 2050! ¡oh, la cumbre contra la despoblación!– son puro teatro.Creo que, en el fondo, en España casi todos venimos de un pueblo o, al menos, nuestros padres o abuelos. Seguimos siendo un país con alma rural. Y el peligro es que se nos olvide. Creo que es posible vivir entre el pueblo y la ciudad. Y eso nos enriquece, a los pueblos y a las ciudades. Pero para que sea factible debemos cuidar el campo y a sus habitantes, que tengan las mismas oportunidades que los de la ciudad. Es así de simple, todos lo sabemos, pero no sucede.
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