Quién te ha visto castillo

20/03/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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Sonaba Milladoiro ylas pobres piedras de una historia en ruinas no daban calor suficiente como para rellenar el airete con el que se balancea septiembre en las fiestas de La Encina de Ponferrada. El castillo había pasado de ser reliquia templaria y amanecer de cultura a escenario de conciertos de índole variada, aunque aquel de los ochenta y tantos encajaba casi como un guante, no tanto otros que dejaban un rastro a laurel del otro en el que los ecologistas no repararon en aquel momento o habría sido objeto de persecución sin tregua. El castillo se pisaba, se paseaba y hasta en algún momento se veía, tal vez emulando a los circos o anfiteatros romanos, como la base de tierra ideal para marcar un gol en un sorprendente campo de fútbol. Ha sido sede religiosa y pagana, llanto de ciudad cuando sus paredes manifestaban ruina y orgullo al ver cómo los nipones no dejan una esquina de la fortaleza por inmortalizar en sus desarrollados objetivos. Carne de selfies, el castillo fue estampa televisiva de un polémico Mundial de ciclismo y de un Master Chef poco berciano. Ha sido corteza de encina, copa de vino de Duero y estrella turística. Ahora abre sus puertas a una vertiente nueva: central de negocios noruegos. Aunque el abrazo de la cultura a las cifras es difícil de entender, en el amor, a veces, hay que ir al grano y saber agradecer con placas, pero también con oportunidades, que tal vez el verbo aplaudir, conjugado hacia el otro, derive en aplauso como reciprocidad bien entendida.
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