¿Quién es el mejor luchador de todos los tiempos?

La pregunta del millón de todos los deportes también ha sido recurrente en la lucha leonesa, con nombres incuestionables

Fulgencio Fernández
15/06/2020
 Actualizado a 15/06/2020
Florencio Díaz, El Molinero de Garrafe; la pareja de oro, Felipe León y Cayo de Celis y Tino El Cojo de Paradilla, marcaron las cinco primeras décadas del siglo XX.
Florencio Díaz, El Molinero de Garrafe; la pareja de oro, Felipe León y Cayo de Celis y Tino El Cojo de Paradilla, marcaron las cinco primeras décadas del siglo XX.
Siempre que se celebra una tertulia, filandón o charla de lucha leonesa surge la misma pregunta: «¿Quién ha sido el mejor luchador de todos los tiempos?». La respuesta es muy complicada sino imposible pues es una historia muy larga, de más de cien años y, como en todos los deportes, parece imposible comparar a un luchador de 1920 con uno del año 2000, nada que ver, al margen de que al de 1920 ya no queda nadie que le haya visto luchar. Por ello, Felipe León insiste en ir a charlar con el patriarca de la lucha, Antonio Alvarado, de 107 años, con el argumento de que «él conoció al Sastrín de Rucayo, que nos hable de él».

Es más, hay otro ejemplo mucho más cercano que ayuda a entender la dificultad —al margen de que estamos hablando de una cuestión de gustos— de esta pregunta. Desde que existe la Liga de Verano, desde 1984, se podría ‘medir’ en corros ganados pero siempre surge el mismo argumento: «En la época de Ernesto, uno de los aspirantes a este ‘galardón’, el campeón de Liga ganaba 13 ó 14 corros y era una cifra importante pues había muchos luchadores que ganaban corros —Benigno, Nacho, Getinín, Mancebo, El Elegante, Mariano...— mientras en las temporadas siguientes comenzaron a ganar más de treinta corros por temporada los Clemente, Héctor... o en la actualidad Moisés, Víctor o Tomasuco, por hablar de los últimos campeones».

En todo caso habría que hablar por épocas y, como mucho, llegar a una lista de nombres pues hay muchas circunstancias que influyen. Por ejemplo, casi nada o muy poco sabemos ya de Florencio Díaz, El Molinero de Garrafe, del que se cuentan maravillas en las tres primeras décadas del siglo pero del que ya casi nadie se puede acordar; lo mismo que ocurriría en la montaña con Crescencio, El Pastor de Prioro, del que también se cuentan grandes gestas.

En los años anteriores a la guerra creció la leyenda de El Sastrín de Rucayo, capaz de ganar dos provinciales con muy poco y tirando al vencedor de la categoría de pesados. Pero su triste y prematura muerte nos privó de saber cuál sería su recorrido. Y hablando de la guerra hayotro personaje muy olvidado, primo del Sastrín, era Sindín el de Ferreras de Vegamián. Estando en el frente quedó solo y perdido en el monte, contrajo una gravísima enfermedad que le acompañó hasta su muerte muy joven. Pasaba muchos meses en la cama y en un par de ocasiones su mejoría le coincidió con el Campeonato Provincial, que finalmente ganó ¿Cómo se valora una gesta así?

Detrás de ellos llegó la generación de los Molineros de Carbajosa, Nano Urdiales —otro del que se cuentan maravillas—, el Zazo de Barrio, Benitín el de Las Salas, entre otros. Sirva como curiosidad que cuando a Nano le poreguntabas si era el mejor de su época él te hablaba de El Zazo de Barrio.

Y después llega un dúo que siempre ha estado en todas las quinielas del mejor luchador de todos los tiempos: Felipe León y Cayuso de Celis, con el mismo debate; ¿qué es más importante, las victorias y el poderío de Felipe o el hecho de que Cayuso les disputara las victorias con mucho menos peso y una lucha tal vez menos vistosa pero de una calidad incuestionable? Y habría otro tercero en discordia, Quintín el de Acebedo, un gran campeón pero al que no le gustaba nada salir a luchar lejos de su pueblo, lo que le resta popularidad.

¿Y la época de Nardi y Juanito? ¿Cómo decidirse? Una vez más, cuestión de gustos y de forma de entender la lucha leonesa.

Hay muchos nombres más en este eterno debate, que seguirá abierto, como debe de ser, por el bien de la lucha.
Lo más leído