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Quien a buen árbol se arrima

20/03/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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La poesía bucólica se sitúa debajo de algún árbol frondoso, de humilde condición, y allí uno o varios pastores dialogan o se quejan, o cantan, o bendicen o maldicen su buena o mala estrella. Pero, toda la poesía es bucólica, es decir, cosa de sombras. Por eso, los antiguos decidieron que la enseñanza de la literatura latina debía comenzar por la primera bucólica de Virgilio, y así fue desde el primer siglo del Imperio Romano hasta los tiempos de Goethe, según nos asegura el gran especialista E. R. Curtius.

¿Y de qué habla esa primera de Virgilio? Pues el poeta se queja de que se tiene que marchar, abandonar la aldea, porque sus tierras han sido requisadas para entregárselas a los veteranos de las legiones que reciben como premio unas parcelas para cultivar. Y le ha tocado a él, Melibeo, dejar su tierra y partir. Desgracia que, en cambio, no le ha tocado a Títiro, su vecino, al que se le ha conservado la propiedad. Y se pregunta el desgraciado pastor, ya con el hatillo al hombro y viendo al otro «recostado debajo de una umbrosa encina» por qué a uno sí y al otro no. ¿Quién te ha librado a ti y me ha condenado a mí? Esa es la pregunta del millón. La que se ha venido haciendo este cronista cada vez que se pone a escribir.

«Oh, Melibeo: Alguien me ha concedido esta gracia. Se trata de un dios, pues para mí siempre será un dios y no dejaré nunca de sacrificar alguna de mis reses en su honor. Él ha permitido que mis vacas continúen paciendo en mis prados y que yo siga tocando el caramillo». «Dime quién es, oh Títiro, ese dios del que hablas». «Hay una ciudad que llaman Roma, y que yo, tonto de mí, pensaba que era igual que esta nuestra, y que ha levantado la cabeza tanto como un ciprés». «Y qué te movió a ti a ir a Roma». «La libertad…Allí pude conectar con aquel hombre por quien cada año despiden humo nuestras aras». «Viejo con suerte…».

Títiro, el corrupto, que ha comprado su libertad, no es un mal hombre, e invita a Melibeo a quedarse con él aquella noche a dormir sobre la mullida hierba: «Tengo manzanas maduras, tiernas castañas, y una gran provisión de cuajada leche. Quédate, Melibeo, que es muy tarde. Mira cómo humean ya las chimeneas de los caseríos y la sombra baja ya de la montaña».

¿De qué me suena todo esto? ¿Por qué no volver a empezar nuestros estudios por ahí, por la corrupción, por la rabiosa actualidad…
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