Secundino Llorente

Querido profesor novato

29/09/2022
 Actualizado a 29/09/2022
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Hoy me gustaría dedicar mi artículo a reflexionar y opinar sobre esos jóvenes docentes que entran en clase por primera vez en su vida y jamás se han enfrentado a un grupo de alumnos. Todos hemos sido algún día ese profesor novato y primerizo que llega al colegio o al instituto asustado, con mucha ilusión y con muchas ganas, pero con demasiadas dudas. Estamos en los primeros días del curso y son muchos los que están viviendo esta experiencia porque, aunque algunos aparecen por los centros a lo largo del curso para sustituir bajas del profesorado, la mayoría llegan al principio.

Pongámonos en su situación. Ellos están en la bolsa de trabajo esperando todo el día y todo el año una llamada de teléfono para comunicarle que ya le toca debutar. Empiezan los nervios. Lo primero, lógicamente, es informarse del centro adjudicado. Tienen miles de preguntas: duración de la baja, horario, alumnos, grupos, etc. He recibido tantas llamadas con esta ansiedad y angustia. Yo les felicitaba y les rogaba que vinieran al despacho. Sin apenas tiempo para prepararle un dosier con el horario y listas de alumnos ya estaban llamando a la puerta.

En mi opinión, este es un momento muy importante e inolvidable en la vida profesional de estos profesores. Los directores de colegios e institutos también tenemos que aprender a llevar con tacto y cariño este protocolo. Es un momento importante y peligroso. Los alumnos le están esperando y analizarán todos sus movimientos desde que entra en el aula. Nos gustaría trasmitir a este profesor primerizo toda nuestra experiencia y herramientas claves justamente unos minutos antes de entrar en el aula. Nunca olvidaré los ojos de los treinta alumnos clavados en profesor novato mientras mira sus caras con un cierto recelo y, a veces, temor. Los primeros días de docencia son todo un desafío. Seguramente tratarán de ponerle a prueba. He llegado a conocer profesores muy bien preparados en su asignatura, pero con verdadero horror y pánico a enfrentarse en clase con sus alumnos, llegando a caer en una profunda depresión. Los alumnos captan perfectamente si el profesor los quiere y ellos le devolverán su cariño con creces, pero si se dan cuenta de que no son queridos pueden ser terriblemente sádicos.

Profesor novato, yo te ruego que leas alguno de mis consejos. Posiblemente alguno te sirva: Dirígete a ellos por su nombre, preguntándoselo antes de hablar y pon interés en lo que te preguntan. Hazte respetar como autoridad, más tarde podrás lograr su cariño. Por favor, no vayas de guay o colega con tus alumnos. No eres su amigo, tú eres su profesor. Prepara las clases y no improvises. No te muevas mucho por el aula porque pones nerviosos a los alumnos y procura no darles la espalda cuando estás explicando. Jamás desautorices a un profesor compañero, aunque no estés de acuerdo. Cuando te equivoques, porque te equivocarás, reconócelo. Cualquier observación personal debe hacerse en privado, nunca en público. Evita el contacto físico y trata de mantener una distancia física con los alumnos. Ellos son capaces de sacarte de quicio, pero no les grites ni les amenaces porque es lo que ellos pretenden, además pierdes credibilidad si no cumples la amenaza. No te preocupes porque te quieran, lo importante es que consigas su respeto. Entra sonriendo en clase. La sonrisa es el camino más corto entre dos personas y ayuda a enviar un mensaje de tranquilidad y control. Tienes que mantener alto el listón de la convivencia y comportamiento en el aula desde el primer minuto porque de lo contrario nunca lo recuperarás. Termino con una reflexión que ya he hecho más veces: En mi opinión hay dos palabras claves que me gustaría inculcar en el profesor novato: empatía y amor. Entendemos por ‘empatía’ el saber ponernos en el lugar del otro, en ser capaz de percibir lo que el otro está sintiendo, «la habilidad emocional de una persona para ponerse en la situación emocional de otra». Es fundamental que el profesor sea empático y que proyecte esta empatía a sus alumnos porque esto mejora el desarrollo de las clases. Si el profesor empieza por saber el nombre de sus alumnos, si además conoce se situación familiar y sus habilidades y aficiones y, si encima, es capaz de meterse en la piel del alumno podrá ser más efectivo, aportar ventajas al aprendizaje de los alumnos y obtener mejores resultados académicos. Y entendemos por ‘amor a los alumnos’ ese afecto y cariño que el buen profesor tiene a todos, grandes y pequeños, sobresalientes y suspensos, revoltosos y tranquilos, a todos. Ellos lo captan perfectamente y si perciben que el profesor los quiere ellos le devolverán su cariño con creces, pero si se dan cuenta de que no son queridos pueden ser muy crueles. El amor del profesor a los alumnos es indispensable y necesario. «Si tratas a tus alumnos como personas y con respeto te sorprenderás de su agradecimiento y receptividad».
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