26/08/2021
 Actualizado a 26/08/2021
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Esta es otra esquina del mundo, querida afgana. Te he visto aterrizar amarrada a tu familia en Torrejón de Ardoz, bajaros de los aviones militares entre una marabunta temerosa y esperanzada que lo único que espera es sentirse a salvo. Esta es una tierra amable y acogedora, no te preocupes por eso, que hasta busca repoblarse diversa con extranjeros. Un lugar que custodia parte de la historia occidental y guarda con orgullo los cimientos de nuestra civilización, tan distinta de la que huyes y más parecida al intento de democracia que os vendió occidente y que apenas ha soportado Afganistán veinte años. Escribe Gonzalo Núñez que nuestra libertad no os sirvió para lo único que debería servir: para no añorar la tiranía. Pero quizá no pueda imponerse la libertad, ni siquiera la dignidad. Esa es la lección que jamás aprenden nuestras democracias.

Qué sencillo es destruir el futuro, pensarás, incluso cuando parece que lo que conquistaste será tuyo para siempre. Allí tenías un trabajo, una casa y ahora todo prestado. Aquí ya nos mató el odio muchas veces, la última no hace tanto, por eso deberías enseñarnos a evitar los extremismos y ese resentimiento al que hay que atar en corto porque cuando se descontrola es capaz de enloquecer sociedades enteras y pudrirse en la intolerancia de un rencor amargo y sangriento. Qué te voy a contar a ti de eso.

Descansa, reza si lo deseas, sé una mujer libre y comienza de nuevo. Solo espero que aquí tampoco te falle la política. Y esta acogida de emergencia se traduzca en permisos estables para poder reconstruir tu familia. Que no te suceda como a los refugiados sirios o a los que llegaron en el Open Arms y los gobiernos abandonaron meses después, cuando se terminaron los titulares. No te rías, por favor, cuando nos leas o escuches eso de que aquí faltan las oportunidades. Hay sentencias que se vuelven absurdas dependiendo de a quién mires a los ojos. Bienvenida.
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