18/07/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Amanece Lario y Polvoredo, al norte de un pueblo quebrantado en la lucha de la supervivencia y desaparecido bajo las aguas de un pantano, entre el rocío que cubre la fina hierba bajo el sol que ilumina un sendero, que tras el hayedo se hace hueco hasta llegar al encuentro de la tumba de la vergüenza de la represión fascista, el recuerdo en la memoria del Pozo Grajero, de las víctimas no encontradas que permanecen en el olvido y en el recuerdo de sus familias «anoche se los llevaron y no volvieron», su delito dar la vida por la libertad. Algunos quieren pasar página, no hablar del pasado, mirar al frente como si nada de la historia reciente hubiese ocurrido, no quieren hablar porque el miedo aún les atenaza, les persigue con el paso de los años como si un fantasma con sus cadenas les estuviese torturando.

No se puede olvidar, porque el que olvida no recuerda y en la memoria debe quedar el recuerdo de la injusticia, para reparar a sus familiares por tanto daño causado por defender un Gobierno legítimo y una bandera tricolor. Es el momento y el espacio abierto para el encuentro entre partidos progresistas y organizaciones sindicales, para recuperar la memoria, la justicia, saber dónde están los más de 114.000 desaparecidos en las cunetas y así una España Plurinacional deje de ser, después de Camboya, el país que más número de desaparecidos tiene.

No se puede olvidar, ni permitir que el Gobierno mediante una partida mínima presupuestaria, quiera cumplir con el deseo de los que quieren saber donde están, poniendo una placa y poco más. Hay que ir más allá, por lo menos identificar las fosas o enterramientos colectivos, que se revisen los textos escolares, para que nuestros jóvenes se eduquen en la verdad de la historia mal contada y puedan elegir con conocimiento de causa su espacio ideológico para que cuando estén fuera de León por motivos laborales, no olviden que hay víctimas en las cunetas al igual que despoblación y soledad .
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