¡Que viene el lobo!

Ornis
16/03/2016
 Actualizado a 31/08/2019
Querido Sócrates: Es domingo y me acabo de levantar. Un hueco entre los edificios me permite ver la ladera de Los Villaverdes y al fondo las montañas de Valdeteja. Miro desde la ventana del salón y sobre la montaña hay nubarrones color panza de burro, pero en León hay nubes altas y sol. Eso sí, cuando salgo a la calle, siento un viento desagradable.

Llevo todo el invierno mirando el termómetro que está al norte, en un balcón que, únicamente, recibe sol durante seis meses al año. A la mañana, a la hora de levantarse, casi todos los días tenemos una temperatura entre dos y cinco grados. Después, a media mañana, ya se alcanzan fácilmente los diez o doce grados. Las heladas han sido casi una anécdota y la nieve no ha pasado de esas dos situaciones que en León describimos como «se escapó la nieve» o «ha caído una telina».

Nada de relevancia, si no tuviera ya la suficiente relevancia un invierno sólo comparable con la cerveza tibia.

Pero por lo que te escribo, Sócrates, es por las alarmas, aunque antes me vas a permitir una digresión meteorológica.

Para que nieve, de verdad, es necesario que nos entre un aire gallego. Un meteorólogo te explicaría que su rumbo está conformado por el borde norte del anticiclón de las Azores y el borde sur de la borrasca del Atlántico norte. Justo al oeste de la península. Si además hay alguna masa de aire frío, pues mejor. Fíjate en la foto del satélite y te darás cuenta. Además, si miras las nubes en la foto, notarás que, tras el frente cerrado, vienen unas nubes como si fueran rebaños de borreguitos.

Pensarás porqué me meto en estas disquisiciones. Pues porque con el cambio climático, el anticiclón se ha hecho mayor y en invierno está más alto en latitud y los vientos ya no dan la vuelta frente a Galicia sino más al norte. Por eso la nieve cae en la cara norte de la cordillera, mucho menos en la sur y aún menos, en la meseta.

Bueno, pues el caso es que cada vez que la situación prevé algo de nieve nos amenazan con catástrofes sin fin. Alarmas amarillas, naranjas ... nevadas de ¡hasta cinco centímetros! Parece que nos sugieren: «No salga usted de casa que va a tener graves dificultades y puede que acabe comido por el yeti en cualquier páramo».

Nos amenazan con nevadas, en el norte, por debajo de los quinientos, cuatrocientos e incluso trescientos metros de altitud. ¿Sabes cuantos lugares hay en la cuenca del Duero bajo esas altitudes? Pues contados con los dedos de la mano. Que yo sepa sólo en Las Arribes del Duero y del Agueda, ya en la frontera de Portugal, y a la salida del Cares cerca de Caín. Por ejemplo León, lo pone en una placa en la catedral, está casi a novecientos.

¡ Nieve hasta en el bidé! ¡Como para tener que traer esquimales y sherpas a la Universidad a que nos den clases de supervivencia! El ayuntamiento, en vez de gastar en limpieza, debería entonces subvencionar a los taxistas y conductores de autobús para que se reciclaran en conductores de trineo. Mira, con tanto perro como habría, la Facultad de Veterinaria cobraría un nuevo impulso. No hay mal que por bien no venga.

No dudo, que también, nieve en Asturias y Cantabria en esas altitudes, pero los hombres y mujeres del tiempo no deberían ignorar la Geografía física.

Yo creo que hay algo de consigna en esta práctica. Si asustas a la gente no sale, Fomento no tiene problemas con la carretera, y la oposición, la que sea, no le aburre acusándole de imprevisión.

El caso es que nos estamos acostumbrando a dos cosas:

Que nos resuelvan lo del tiempo otros, sin fijarnos ni pensar en nada nosotros. La segunda es que, después de tanto aviso de ver que no se produce la catástrofe, el ciudadano, no el que piensa en la excursión del domingo, sino el que trabaja al aire libre, utiliza la carretera o los que otras personas dependan de su servicio, no les de importancia.

¿Qué haremos el día que caiga una nevada, de las de verdad, en la que en ciudades como León o Soria caigan cuarenta centímetros y en Madrid les toquen quince? Pues que la ciudadanía, abandonada a su propia irresponsabilidad inducida, si tendrá problemas. Estábamos adaptados tecnológica y culturalmente a la nieve y ahora que disponemos de más medios, gritamos como colegialas cuando nos amenaza el primer copo.

Siempre tuyo.
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