¡Qué tiempos los de los andares!

18/11/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Hubo tiempos en los que se repetía que «del gocho me gustan hasta los andares». Hubo tiempos en los que se repetía aquello de que «el gocho es el único animal del que se aprovecha todo». Corría de boca en boca la broma aquel que fue al médico y le dijo que tenía que «comer menos cerdo y mucho más pescado»;el hombre dijo que sin problema, y al salir de la consulta lo explicó:«Cojo el gocho, lo tiro al río, lo pesco... y a comer pescado».

Hubo tiempos, muchos, en los que la despensa de las gentes de esta tierra se reducía a todos los derivados del gocho y los de aquella leche que iba directamente de las ubres de las vacas a los cuencos migados de pan.

Hubo tiempos en los que todos aseguraban que no había mayor manjar que un trozo de lomo recién arrancado al cerdo y tirado sobre la chapa de la cocina, al rojo, regado con sal gorda.

Hubo tiempos en los que había otra fiesta mayor que se sumaba a las patronales de cada pueblo, la matanza o el sanmartino. También se reunían a un toque que convocaba a familiares y vecinos, pero no era de campana, era el estridente gruñido del cerdo cuando el gancho se clavaba en su cuello camino del banco de la muerte. Era el inicio del rito, después se echaban sobre él, unos le sujetaban las patas con cuerdas, otros se echaban sobre su cuerpo y el más pequeño de la casa tenía asignada la misión de sujetar por el rabo.

Pero los médicos han insistido, el colesterol malo es un enemigo terrible, los ahumados tienen peor prensa que Mouriño (tal vez los dos lo merecen), el chorizo engorda... y ya no hay gruñidos que rompan los amaneceres, que congreguen a los vecinos.

La matanza es hoy un espectáculo para las ferias, siempre que se aturda al animal y se bendiga la bandoga.
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