Cuando te sientes ofendido, muy ofendido, porque alguien no te cree la solución no es reiterar los argumentos, ni buscar otros nuevos, ni siquiera acudir a la Wikipedia para que ofrezca una salida al entuerto y la duda... No, la solución está en una pregunta que además es un desafío, llega el momento muerte o mandanga, y lanzas al viento la pregunta con gesto desafiante:
- ¿Qué te apuestas?
Se acabaron las teorías. Es el momento de poner las perras en el suelo. Como si la vida fuera un eterno juego de chapas solo hay dos caminos, cubrir la apuesta o batirse en retirada.
Lo digno es cubrir la apuesta pero los expertos le llaman ludopatía. Tú verás.
Cada cual apuesta según le pide el corazón o las veces que le engañaron los trileros de la feria. No hace falta llegar a los extremos del famoso Cojo de la Mata, arreglador de máquinas de coser y jugador empedernido, que cuentan que metido en deudas aceptó el reto más irrespetuoso que se recuerda y apostó a su mujer.
Y la perdió. De lo que ocurrió cuando fueron a cobrar la deuda no voy a dar cuenta aquí.
Viene todo lo anterior a que la imagen que hoy nos deja Mauri es de esas que abren la puerta a las teorías más diversas sobre lo que en ella se ve; habrá quien apueste por teatro de sombras o por sombras en la noche o manos que hablan o trampantojos en plena calle, obras de arte, arte sin obras...
Cada cual aportará una visión de la escena, cada cual imaginará una explicación, cada cual abrirá una puerta a la justificación, pero no llegaremos a una solución, a un consenso, hasta que alguien diga su versión y a continuación pregunte: «¿Qué te apuestas?».
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