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¿Qué se te perdió allí?

27/01/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Después de cada uno de sus viajes, J.M. López tiene que responder a preguntas repetidas tanto de sus amigos como de sus desconocidos. Los amigos le preguntamos si ha ligado y qué tal ha comido, sabiendo de antemano que las dos respuestas suelen ser negativas, y los desconocidos, cuando se enteran del destino del que acaba de llegar y se consideran con la confianza necesaria, le terminan preguntando siempre lo mismo: «¿Y qué se te perdió allí?». Resultaría muy complicado explicar, a un amigo o a un desconocido, que en realidad viene de algún avispero al que nadie le pidió que fuera, donde ha estado jugándose la vida y al que viajó pagándose sus propios gastos… pero él, la verdad, tampoco es que lo intente. ¿Qué se le podía haber perdido allí como para justificar tal aventura? Esas explicaciones, si es que alguien las necesita, están en sus fotografías, así que al fin ha llegado el día. El próximo miércoles se inaugura en el Museo de León ‘Mujeres en conflicto’, una exposición que recoge fotografías de mujeres en países que están o que han estado en guerra y que nació a través de una colaboración en este periódico, en el ‘Retablo de fotógrafos leoneses’ que protagonizó la contraportada durante los meses de verano. Contemplando las 16 imágenes que se incluyen en la muestra (abierta al público durante todo el mes de febrero), no hay que buscar demasiado si de verdad se quieren encontrar los motivos por los que un periodista puede sentir la necesidad de trabajar en los lugares más peligrosos del mundo. En cada una de ellas hay una respuesta a la pregunta repetida. Son instantes que el fotógrafo le ha robado al olvido y trae desde alguno de los múltiples infiernos que se reparten por el mundo, como quien saca una conversación impertinente en el momento más inoportuno. En este caso, la situación de las mujeres en los conflictos bélicos, convertidas en más de una ocasión en víctimas por partida doble porque en sus países ya sufrían la represión, la discriminación o la violencia antes de que empezara la guerra de turno, mujeres que se encaran a militares, que hacen cola para poder alimentar a sus bebés, que portan ataúdes o que lloran contra un auténtico retrato robado, mujeres que han tenido que romper barreras simplemente para poder alcanzar la supervivencia. Hay miradas que hablan todos los idiomas, una torre de Babel hecha de rabias, el miedo que no encuentra consuelo en ninguna religión, paisajes llenos de ausencias... Y la muerte siempre asomando, a veces antes, a veces después, como un filo que corta la luz. Con el periodismo reinventándose cada día pero cada día un poco más desorientado, luchando contra las noticias falsas y el imperio de la posverdad, creyendo que hay un periodista y un fotógrafo en cada teléfono móvil, el trabajo de los reporteros independientes como J.M. López resulta hoy más necesario que nunca. Ellos asumen los riesgos, soportan la precariedad, esquivan los intereses de los gobiernos y de los grandes medios de comunicación y nos traen lo que debería ser, en todos los tiempos, en todos los soportes, la esencia del periodismo: la verdad. Aquí se sirve sin intermediarios, tan pura que a menudo no estamos acostumbrados a digerirla. Después de contemplar estas fotografías, alguien podrá ser capaz de conservar la ignorancia y la indiferencia, pero ya resultan menos confortables.
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