06/10/2020
 Actualizado a 06/10/2020
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Como teníamos poco con la pandemia china han caído sobre nuestra nación varias pandemias derivadas de la peste, social, económica, ideológica y, por supuesto, la lucha por el sillón perenne, socavando los cimientos que parecían consolidados de una paz que ya nos parecía irreal.

Los diversos gobiernos que han pasado por la palestra han ignorado dos cosas fundamentales, la educación y la formación histórica del ciudadano, claro que todo ello forma parte de unos objetivos culturales que se han quedado siempre en la censura, la subvención y el plasmar el beneplácito del que manda en un perpetuo ‘Bienvenido Mr. Marshall’.

Así, estamos regresando a la travesía del desierto que siempre ha hecho España con innumerables víctimas, bajas y demonizaciones en ambas aceras, todo ello debido al virus del enfrentamiento, la codicia y la envidia contra lo cual no existe vacuna y sí educación, respeto, conocimiento y diálogo.

Los que pescan en río revuelto y aguas turbias suelen aparecer como oráculos de salvación que opinan sobre hechos anteriores hábilmente manipulados y utilizan la credulidad de las buenas gentes que sufren las consecuencias de las deficientes administraciones. Después ejercen el augurio para consolidar su postura totalitaria porque en la confusión y el beneplácito de una izquierda sin modernizar y con ansias de poseer el sillón del poder aunque en ello se juegue el futuro por medio del enfrentamiento. Y en esas estamos porque todos los que ya creíamos que España iba a dejar a un lado las rencillas y demás miserias que tiene el poder, había tomado la vía del progreso y del paso adelante sin importarle las formas de gobernar y el sistema político ya que se había logrado un consenso amplio firmado por los que representaban las tendencias que habían originado tanta desgracia a varias generaciones de españoles.

Nuestro gozo en un pozo, porque han llegado los que ignoran el desarrollo de una guerra entre hermanos y, mediante una ingeniería de entramado político amparada en la inactividad ciudadana y la colaboración de la pandemia mediática, han desplegado un método eficiente para desmontar lo que tanto había costado reparar, restituir y restañar. Ha surgido el método revisionista, la vuelta de la tortilla a la Historia, no dejar títere con cabeza en un afán de ganar una guerra perdida y , en cambio, no estudiar el por qué de los nefastos desencuentros y enfrentamientos que han llevado a los españoles a desear la muerte del hermano y resolver los asuntos a garrotazos con el regodeo y el beneplácito de nuestros vecinos que nos catalogan como pueblo ultramontano. Lo más novedoso es contemplar cómo el Gobierno central desea asfixiar al Gobierno de la Comunidad de Madrid con medidas a todas luces partidarias y sin ejercer él, precisamente, aquellas que controlan las entradas por aeropuertos y estaciones de ferrocarril y autobuses.

Por eso sorprende el afán de este gobierno ultraizquierdista por descabalgar la Monarquía sin utilizar argumentos de peso y sustituirlo por una República. Para ello se debería contar con un amplio debate en el que intervenga el pueblo verdadero y se le otorgue el derecho a decidir de verdad mediante un Plebiscito que debería ser muy amplio y, al mismo tiempo, solicitar el voto para que se redujeran los sillones de tanto político, sus sueldos y prebendas, el sistema electoral y otras muchas cuestiones que la rutina de una política obsoleta nos ha llevado a un callejón sin salida. No es tiempo de plantearse cuestiones de calado para el futuro de la Nación y sí de resolver el tremendo agujero de salud y económico que se va a trasformar en una crisis social de incalculables consecuencias.

Monarquía, República es un debate serio para un pueblo maduro y no para unos políticos que mangonean y una ciudadanía abrumada por el virus, el trabajo y los deberes familiares.

Y para muestra un botón: El Ayuntamiento de Madrid quitará el nombre de las calles Indalecio Prieto y Largo Caballero por consideraciones políticas. Había tardado la medida porque la inquina del otro bando ya lleva tiempo dándose el gustazo de borrar calles, incluso de figuras históricas de otros tiempos que creían eran fascistas. A este paso los iberos y los celtas van a tener que demostrar su carnet político a estos populistas redentores.
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