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Qué pena de arcón

14/12/2020
 Actualizado a 14/12/2020
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Ya casi hay más hielo que carne en el arcón. Las paredes del electrodoméstico se escarchan más y más según merma el volumen de bolsas atadas con el mismo hilo de atar los chorizos. Pasó el puente de diciembre y en muchas casas el banco de estazar no se ha movido de la cocina, el quemador no se ha sacado del plástico y nadie se ha preocupado de la máquina de picar. No es ninguna metáfora, es la crudeza del tiempo, sin más. Tampoco es la pandemia la culpable. Si acaso, el covid adelantó lo que se estaba esperando durante años, por lo menos durante una generación. Los cubiles llevaban un año vacío, pero es ahora cuando se paladea la nostalgia y se hace bola en la garganta. Para sacar algo con lo que combatirla hay que hundir el brazo en el arcón hasta el hombro como el que trata de recuperar algo perdido del depósito, el pozo o la marmita.

Tampoco todos están tan vacíos. Algunos siguen igual de llenos, pero en lugar de remover con el cucharón de palo la sangre del caldero para que no cuaje, se cuaja sobre cuatro plásticos en el maletero del todoterreno. Y aunque la caza también llena el arcón, no deja de llegar con algo de añoranza.

No hay nada de noticia, el discurso está más que trillado y no hay pretensiones de revertir la marcha del mundo. Ni tiempos mejores ni peores, diferentes. Si hoy llegan al arcón antes llegó al frutero. Hay quien recuerda que lo mejor de estar enfermos era que había plátanos de postre, incluso quien gastó un primer sueldo en un par de piñas de esos plátanos que ya no tienen exotismo ninguno, pero que entonces sirvieron para alegrar el jornal.

Se vacía el arcón del producto de tradicionesarcaicas, brutales, anacrónicas e inútiles, mientras se llena de cajas de langostinos de estas tradiciones entrañables, cívicas, singulares, redentoras, justas y, sobre todo, familiares. Unas tradiciones que nacen de la necesidad, de la pura supervivencia y otras a las que este año habrá que sobrevivir.
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