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Qué miedo tenéis a morir

27/02/2020
 Actualizado a 27/02/2020
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El peligro es el miedo. Aquel que agitó Orson Welles en ‘La guerra de los mundos’, el mismo del que huía por países del este el Juan Martínez de Chaves Nogales. No es la invasión alienígena, ni la guerra, ni siquiera la enfermedad. Es el fantasma imperceptible, la impotencia descontrolada y el virus para el que no existe aun vacuna. Es el olor metálico de la desesperanza, el silencio frío y ensordecedor que nos revela que seguimos siendo vulnerables.

En las farmacias se agotan las mascarillas. Las autoridades sanitarias insisten en que no sirven para impedir el contagio del coronavirus pero hay listas de espera. Las mascarillas son la única frontera contra el enemigo desconocido. La sábana con la que nos tapamos la cabeza después de ver Cuarto Milenio. La bombilla encendida en el cuarto de los niños. Una religión ante el apocalipsis. «Le conseguiría cinco por cien euros» propone en Madrid una farmacéutica como quienes ofrecen bolsitas a la puerta de las discotecas.

Por suerte o por desgracia todo sucedió ya antes y esta alocada especulación que surgió del comunismo chino de libre comercio recuerda demasiado a la tulipomanía en el siglo XVII. Lo que entonces no sabían era por qué en los Países Bajos florecían tulipanes de colores y su exotismo desató una burbuja económica que el periodista Charles Mackay definió como «la locura de las multitudes». El frágil e inútil tulipán era una inversión codiciada. Un bulbo por veinticuatro toneladas de trigo, un bulbo incluso a cambio de una lujosa mansión. Una mascarilla con filtro por el pisito en Benidorm, primera línea de playa. Toda crisis es una oportunidad que repiten los ‘coaches’. Un tulipán negro.

Desabastecidos de mascarillas pero con vacunas de la bastante más peligrosa gripe común (qué vulgaridad) sin usar en los cajones porque la gente no acude a vacunarse. «¡Qué miedo le tienes a morir!», que dice mi amigo Guillermo. Bastante más que a estar muerto.
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