Que los sueños, sueños son

14/01/2016
 Actualizado a 01/09/2019
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Siempre soñé con que podría acabar mi vida como una anciana pariente monja que cuanto más envejecía más feliz se confesaba pues estaba más cerca del momento que había esperado durante muchos años, el de ir al encuentro del Padre y de todos aquellos «seres queridos» que la habían precedido en el viaje.

Y murió con una sonrisa.

Pero no conocí a nadie más así. Veo a otros muchos que predican lo mismo pero se aferran a este valle de lágrimas como si temieran que el paraíso no es verdad, jamás les he visto irse con una sonrisa.

Hay otros que se inmolan y matan en nombre de los paraísos que les esperan y me dan mucho más miedo, son terribles, su locura no tiene límites.

Siempre soñé con que no sería verdad que ante cualquier desmán, robo, usura, violencia, despotismo, explotación, abuso... sería suficiente con arrodillarse de manera humilde, con la cabeza agachada y en voz baja confesar lo hecho ¿No sería posible que la penitencia fuera devolver el fruto de la usura con unos intereses de usura? ¿no sería posible que el explotador se sintiera explotado?, ¿que el prepotente caminara entre los humillados? ¿que el violento se supiera el más débil?

Pero si reconozco que son sueños no pasa nada por reconocer que lo puedo seguir soñando, no va a arreglar el mundo una foto de Mauricio.
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