Que Juan Pijón los proteja

23/06/2020
 Actualizado a 23/06/2020
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Algunos días adelanto este comentario de la casilla de salida —muy pocos, novoy a presumir de previsor porque sería mentira— pero hoy no lo había hecho, «a posta», pues tenía miedo que fuera verdad que ayer se acababa el mundo y no quería marchar para Los chacutines, allí está mi cementerio, con trabajo adelantado. En fin, que las escopetas de perdigones de Juan Pijón eran mucho más precisas que el calendario maya y eso que con ellas la duda era si le dabas al palillo de al lado o dos más allá de donde habías apuntado.

Ese dejar las cosas para última hora me lleva nuevamente a Juan Pijón y su mundo de las ferias y los feriantes, de las jornadas de caretas caídas de charangas, desfiles y hasta de los gigantes y cabezudos, que tienen mucha razón en recordarnos que les debemos muchas horas de diversión en las fiestas mayores, a los perdigones, a los monos de abisinia, a las muñecas chochonas, al «¡uy! lo que ha perdido de ganar». Gentes que nos aguantan cuando nos ponemos atorrantes, obreros que se quedan dormidos en el pequeño mostrador de la tómbola o los coches de choque. Y cuando te vas a desmontar, a meter su mundo en una camioneta y a buscar otra feria y otros feriantes.

También han quedado varados en la orilla de la carretera, con la sonrisa puesta en las máscaras y caretas, pero con el alma encogida.
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