antonio-trobajob.jpg

Que haya paz, ‘por fa’

30/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
El próximo martes, día 1, celebramos la Jornada Mundial por la Paz. Cierto que es un día que promueve la Iglesia Católica, que ya va por el 52 aniversario, y cierto también que es una intención que queda oscurecida por otras efemérides civiles sobre la paz y también por la fecha en que cae, poco proclive a detenerse en cosas sesudas. Sea lo que quiera, no falta en ella un Mensaje papal que nos ayuda a traer a la mente algún aspecto concreto de lo que la Jornada abarca. Este año el Papa Francisco ha querido, en su parte primera, fijarse en cómo la buena política es constructora de paz. La buena política encarnada en buenos políticos. Algún día les comentaremos algunas ideas al respecto. Hoy voy a fijarme más bien en la segunda parte, en que se habla de la paz de manera más genérica, teniendo como telón de fondo el centenario del armisticio de la I Guerra Mundial y el 70 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

En ese marco estará claro que la paz no puede ser resultado del equilibrio de fuerzas ni del miedo al otro. Por eso no caben la intimidación, la proliferación de armas, el terrorismo o el temor ante el emigrante o el pobre. La paz se basa en el respeto a cada persona, sea cual sea su historia, en el imperio del derecho, en la búsqueda del bien común, en el cuidado de la creación y en la acogida de la riqueza moral heredada. En el balanceo de obligaciones y derechos personales y colectivos, la paz es fruto de la responsabilidad recíproca y de la interdependencia, y, a la par, es un desafío que deberá estar muy al vivo día a día.

De forma concreta, la paz es una disposición que nace y sale del corazón, una conversión que se abre a tres dimensiones: la paz con nosotros mismos (que elimina intransigencias, enfados, impaciencias… y pide, al estilo de S. Francisco de Sales, «la dulzura con uno mismo y con los demás»); con el otro (familiar, amigo, extranjero, empobrecido, sufriente…, que conlleva voluntad de encuentro y de escucha); y con la creación, vista como un don de Diosy una responsabilidad nuestra, como habitantes, ciudadanos y artífices del futuro.Nadie puede excluirse de este compromiso. El Papa dice: «Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común». Que haya paz, por favor.

Por otra parte, hoy es el Día de la Familia, a la que este año se le encomienda desterrar la soledad. Y mañana termina el año 2018, una oportunidad para hacer parada y fonda en la propia conciencia y así tomar el pulso ético a la propia vida.
Lo más leído