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Que el Sacyl te acompañe

19/12/2015
 Actualizado a 08/09/2019
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Esto del cólico nefrítico, además de tenerte en el dique seco un par de semanas, tranquilamente, sirve para comprobar los diferentes niveles de nuestro querido y (menos)preciado sistema público de salud. Escribí hace casi dos años un artículo titulado ‘Sanitas Legionensis’ en el que ponía en valor este servicio, uno de los mejores del mundo según apuntan expertos en la materia, frase esta que se suele apuntar cuando no tienes ni puñetera idea de quien la dice. Sanidad pública, gratuita y universal. Y no seré yo quien diga lo contrario. De hecho creo que en vez de quejarnos tanto, debiéramos mostrarnos muy satisfechos y afortunados por poder disfrutarla.

Análisis de sangre y orina, ecografía, varias radiografías, litotricia, urografía, tratamiento analgésico, cama, comidas y atención 24 horas. En una semana de hospitalización no creo que haya un mejor trato ni más interés por parte de un Estado hacía la salud de uno de sus ciudadanos. Como mínimo estamos entre los mejores. Y lo digo en serio.

Eso por una parte. Pero claro, que el sistema funcione más o menos bien y podamos sentir cierto orgullo por ello no quiere decir que los políticos metidos a médicos no hagan verdaderas estupideces, que las hacen. Buen ejemplo de ello es el centro de especialidades médicas de Astorga. La joya de la corona a la que se le han caído los rubíes y las esmeraldas. El mismo perro con distinto collar, por no decir que le han puesto uno más bonito al chucho, pero menos práctico y accesible.

El Partido Popular vendió a bombo y platillo este centro. Venga esos ocho millones de vellón. Y los periodistas astorganos nos relamíamos al ver el proyecto inicial. Hasta cirugía ambulatoria íbamos a tener. ¡Dos quirófanos nada menos! Todo tipo de especialidades, urgencias pediátricas, psiquiatría... lo más parecido al tan solicitado hospital comarcal que nunca llegó. Recuerdo ir a visitar el centro todavía en obras y alucinar, mientras a los señores dirigentes se les hacía la boca agua; líquido viscoso llamado baba que mojaba las 35 medallas que se iban poniendo en el pecho a medida que recorrían los pasillos.

Que distinta es la cantinela ahora. El nuevo centro es más moderno, pero nadie lo nota salvo en sus muros y pasillos. Está más alejado de la ciudad, adolece de una función práctica ya que la falta de dotación es manifiesta. Y nada ha mejorado, salvo que hay más espacio y luz, porque las sillas, más modernas, son igual de incomodas.

Pero todo esto son menudencias varias si hablamos de operativa. La zona de urgencias está vacía, sin infraestructura médica. De hecho, y para muestra un botón, en pleno cólico la médico que me atendía tenía que recurrir a un Enantyum de su propiedad porque en el centro no había. A duras penas te cogen una vía y se ponen a rezar, antes de tener que mandarte a León cuando no pueden quitarte el dolor. Buscapina y Nolotil, eso es todo señores. Apáñense como puedan. Para que hablar de pruebas diagnósticas. Cero patatero.

Es más, les puedo contar que después de mucha lucha la doctora Victorina Alonso y algún otro facultativo conseguían un ecógrafo para el centro. Un aparato moderno y muy útil que no se usa. Y es que la gerencia médica no ha formado a los médicos para poder utilizarlo. Alonso me contaba que ella misma había tenido que pagar de su bolsillo cursos en Madrid para saber usarlo. Ahora, hace unos días, parece que el Sacyl confirmaba que formará por fin a los médicos. Repito, después de una gran lucha y llamadas a la puerta hasta desgastarla.

Y quiero, una vez más, reivindicar la figura, tan crucificada políticamente, de Victorina Alonso. Si el centro de especialidades algún día se convierte en algo más de lo que es será en buena medida gracias a ella. Es por su trato, dedicación, respeto y cariño hacia los pacientes por lo que la llama de la esperanza está viva. No es la única, pero si una de las más firmes combatientes de la resistencia médica frente al imperio político, que sigue empeñado en crear ciudadanos de segunda categoría en nuestros pueblos. Sea con el tren, o sea en el ambulatorio.
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