¿Qué delito cometí?

26/09/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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Alrededor sólo sombras, sombras que pasan por detrás y en las que no se ve ninguna mano que ayude a la soledad de las ruedas caminando.

Su soledad.

Podríamos haber nacido en el Congo o Liberia y estar condenados de por vida al hambre y la miseria sin más delito que haber nacido, como diría Calderón, ¿qué delito cometí contra vosotros naciendo?

Podríamos haber nacido en la franja de Gaza o en Sudán y, sin comerlo ni beberlo, tener que dar gracias cada noche por llegar vivo al fin de la luz del día.

Podríamos haber crecido en un poblado cuyo único mercado es el de la droga y tener que darle gracias a la vida de no haber aparecido un día sentado contra una pared con una jeringa en el brazo.

Podríamos haber crecido pobres de solemnidad y tener que agradecer a quien nació en alta cuna que siga tirando a la basura lo que le sobra, los muebles que no le gustan, los yogures caducados, las zapatillas nuevas cuya marca no le gusta a su niño.

Podríamos no haber cometido más delito que enfermar un día y pasar a ser alguien incapaz de hacer nada con tus propias manos.

Podríamos ser víctimas de cualquier tipo de accidente y para siempre «ser usuario de una bonita silla de ruedas», en palabras de Luis Miguel Rabanal, que lo es de una de la marca Breezy.

Podríamos tantas cosas.

Sin ninguna culpa.

Sin ningún mérito.

¿Que nos lleva entonces a ser sólo sombras alrededor de quien nació en mal lugar, creció en uno peor o cogió la salida de la rotonda que te lleva a la desgracia?
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