30/01/2022
 Actualizado a 30/01/2022
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Oye –oiga si tienes el Bachillerato, o como se diga ahora– que lo primero que te viene a la boca cuando empiezas a ver los cubos de la basura empapelados con papel con cara –no se les puede llamar afotos, son tan mentira– de paisanos que se ríen y te dicen que te van a solucionar la vida, pero solo ellos, que esta vez sí, que la vez anterior algo salió mal o la puta pandemia (¿y cuando no la había?, pues otra cosa) pero bueno, esta vez ni te lo vas a creer, que compres un cesto de mimbre y abras una cuenta en caja de ahorros y el Monte de Piedad porque te van a meter el dinero a paladas por el boqueron del pajar porque, eso sí, para ellos lo primero somos nosotros, los que vivimos en los pueblos, que nos habían tenido olvidados pero eso se acabó.

- Pero, ¿quién nos había tenido olvidados?

- No empecemos, que tú eres muy de tocar los guevos.

Perdón.

Y abres el catálogo de Coronel Tapioca y allí están. Hay que darles unos consejos, se les ve como fuera de sitio entre tanto bicho que bala mientras los paisanos que aplauden con risa forzada las gracias recuerdan lo que realmente dicen en el bar: «El chivo cuando es castrón... borrego hasta cierto punto, hay quien lo es todo junto: chivo, borrego y castrón».

Pero claro, esas cosas no se dicen ¿Cómo vas a contar cuando el candidato, que lo sigue siendo, se quiso mostrar natural con los terneros de pocos días en Toral y les dio a comer –para las fotos– la paja que el paisano tenía allí para mullir el suelo, que nada más que acabó la sesión se lo sacó de la boca: «Este cabrón os quiere matar», decía el paisano con una mala hostia.

Es lo que tiene. Le pasa a todo el mundo. Cuando la infanta que se casó con uno que andaba en patinete vino a Astorga a una exposición en la Catedral y le decía al señor obispo que era todo preciosísimo, preciosísimo, pero cuando se quedó con su seño de compañía y se quedó sola le pudo la sinceridad y lanzó un contundente: «¡Qué coñazo!».

Pues si estamos todos de acuerdo, ¿qué cuento traemos todos?
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