¡Qué buenos... diccionarios!

10/02/2022
 Actualizado a 10/02/2022
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Los que vamos teniendo una edad y fuimos a aquellas escuelas que llamaban nacionales —no sé si por ahí viene la conexión— tenemos entre el baúl delibros de nuestra memoria a los diccionarios de Vox, que eran (y seguirán siendo) del grupo Anaya, que tiene prosapia. Allí aprendíamos de todo, los significados de las palabras que nos parecían extrañas, las que no conocíamos y también sabíamos de aquellas otras de nuestro uso común que no eran del uso de los comunes. Si no venían en el Vox es que no eran de razón.

Y cuando ya te metías en edad y los señores maestros pensaban que igual eras listo como para ir a los curas, o los frailes, ya te entregaban con evidente ringorango el diccionario de latín de Vox, que no es un asunto menor, que diría Mariano. Allí venía todo, el rosa rosae y cosas más complicadas, que hay tantas declinaciones como ganas de aprenderlas.

Si a los diccionarios de Vox le sumabas las enciclopedias de Álvarez, que las había con varios números, los cuadernos de caligrafía, los de las cuentas de Rubio y los mapas físicos y políticos que colgaban en las paredes ya te podías considerar un hombre de provecho; o una mujer si habías ido a la escuela de la señora maestra, que no eran tiempos de mezclas.

Dicho lo cual, ¿quién va a entender mejor que los de aquellos tiempos el agradecimiento intelectual hacia aquellos diccionarios que tanta palabra nos dieron? Nadie, seguro.

Ahora bien, no sé si será el agradecimiento para tanto como para salir en manifestación y hasta llevar al perro a ayudar. Imagino las pancartas: «Gracias a Vox, ya no damos ni una coz».

Lo que es la cultura.
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