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Putin y los palmeros de la violencia

27/03/2022
 Actualizado a 27/03/2022
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Escapé de los abusones del colegio (del ‘bullying’, como dicen ahora) de milagro. Tenía bastantes papeletas para ser carne de cañón y logré esquivarlo no sé muy bien cómo. Perdón, sí que lo sé: no diciendo nada ante los abusos o apartando la mirada, aun cuando las víctimas eran amigas mías. También influyó ser observador respecto al comportamiento de los psicópatas de clase: a veces algo tan sencillo como salir fuera de su campo visual, incluso poniéndose al lado de ellos, era suficiente.

Una característica de los matones es que justifican la violencia contra los demás como una forma de defensa frente a lo que consideran una ‘agresión’ previa. El «es que me miró mal». De hecho, un consejo habitual en las guías de ‘turismo’ a lugares donde no vale la pena ir es que hay que abstenerse de mirar a la peña autóctona si quieres evitar un navajazo o que usen tu cabeza como balón de fútbol.

Algo parecido estamos viendo estos días entre los feladores de Putin. Defienden la agresión de Rusia a Ucrania copiando el argumentario del Kremlin y de Russia Today (RT). Es decir, que la culpa es únicamente de Estados Unidos y de la OTAN por poner misiles en países del antiguo Pacto de Varsovia, como Bulgaria o las Repúblicas Bálticas. El propio Putin dijo en una rueda de prensa hace unos años que lo sentía como un acto de intimidación igual al que sentiría Washington si hubiese material bélico ruso en México y Canadá. Se le pasaba un pequeño detalle al tirano: que ni Canadá ni México han implorado su protección ante unas amenazas constantes de la superpotencia vecina.

Es así como se construye el relato de que Rusia se ha visto ‘obligada’ a matar civiles ucranianos, que en Moscú no querrían nada de esto, que no han iniciado una guerra sino que sólo van a terminar una que ellos no empezaron…

Los matones necesitan palmeros y también gente que miremos para otro lado. Sin olvidarnos de los segundos y de su perversa contribución al Mal en la tierra, el caso de los primeros es especialmente grave, porque esparcen las semillas para perpetuar la violencia. Eso se nota especialmente en una sociedad tan ideologizada como la actual, donde se transforman las simpatías y antipatías personales -a veces con criterios tan aleatorios como que alguien te rompió el corazón o que no te llevabas bien con tu padre- en sistemas mentales y filosóficos. De ahí mi humilde súplica: no me contéis películas y si os gustan los violentos y los matones al menos no deis la chapa justificándolos.
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