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Puñaladas y narcisismo

13/06/2021
 Actualizado a 13/06/2021
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En política se manosean en exceso los términos unidad y consenso. A la hora de laverdad, pura filfa. Una trapacería. Y cuando se producen los abrazos de Vergara –que se cuentan las veces– lo son por meros intereses personales o como mal menor para una de las partes implicadas. Nada que no se sepa. La misma monserga que se repite si, como es el caso, se aproxima una lid por alcanzar el poder. El PP leonés, ahora, es el paradigma de tal situación.

Pero la historia de los guantazos se reitera siempre. Y para calentar el ambiente –que está a punto de ebullición– una de las partes a presidir el partido, el alcalde de Villaquilambre, Manuel García, habla de puñaladas por la espalda o de marrullerías calculadas, en clara referencia a la alianza del regidor de Almanza y senador, Javier Santiago Vélez –el otro candidato en liza– con David Fernández, delfín de Silván, con quien, en un tiempo no tan lejano, tan frías relaciones tenía. Era algo mutuo. Las guerras son el pan nuestro de cada día entre la grey ‘popular’.

Por ello, eso de denunciar cuchilladas ajenas en pleno proceso electoral está muy feo. Y máxime cuando García, con una larga trayectoria en el Partido Popular –a excepción de una ‘aventurilla’, en 2007, al margen del paraguas de la gaviota y en tiempos de Isabel Carrasco– las sufrió en sus carnes. Fueron los tiempos del Inpovi, aquel partido que fundó para concurrir a las municipales de 2007, cuando se vio apartado, por ‘decreto’, de la primera línea política. Luego, cuatro años más tarde, en 2011, las aguas se recondujeron y pelillos a la mar. Se reintegró a la matriz. ¿Le quedaron cicatrices de aquellas heridas? Seguro que sí. Y alguna de ellas producto de los navajazos de quienes tiene más próximos. Blanco y en botella.

Por otra parte, tampoco es un secreto –ya se ha dicho– que su voluntad no pasaba por meterse en este avispero presidenciable. No iba con él y así lo manifestaba no hace tanto a sus más íntimos y a algún ‘paracaidista’ que se dejaba caer por su despacho oficial. Y al igual que le podría ocurrir a Santiago Vélez si perdiera el proceso –que no se prevé– la deserción sería de misa cantada. Y lo sabe. En política, y más en estos tiempos, al perdedor, salvo excepciones muy marcadas, se le arrumba y se le cerca.

De modo, que esto mismo es de aplicación a Vélez de forma puntual. En sus cercanías figura alguna arribista –que no alguno– de probado oportunismo. La encanta ser el centro de las salsas narcisistas y trepar. Alguien que nunca ‘tragó’ a Silván, el padrino de Fernández. Al contrario. Lo aborrecía. Pero olfatea el poder. Y se arrima al sol más cálido para colmar su ego. El tiempo, que es soberano, dictará hasta dónde la dejan llegar.
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