Provincianos

En la nueva realidad de las cosas pequeñas uno ha paseado tanto como las vistas de su ventana y es tan sabio como las estanterías de su biblioteca. Ha seguido siendo más rico quien tiene un jardín. Tan tempestuoso como de costumbre es mantener a flote una pequeña empresa. Porque la nueva realidad se parece bastante a la realidad de antes pero sin tantas pretensiones. Lo que en apariencia era insignificante como un abrazo, aquel beso o con quién ser profeta de las horas muertas fue siempre lo importante.

Sin embargo, la pandemia está achicando espacios; contrayendo el mundo en dimensiones cartografiadas por apasionados de la autarquía. No ha hecho falta un Trump europeo, ni más Le Pen o Abascal para volvernos caracoles. Hay vallas bajadas en las fronteras y las tizas redibujan las líneas de la historia o del cartabón con las que se trazaron las provincias. Igual que la harina o el papel higiénico en el confinamiento, la casi siempre abandonada provincia se eleva en la gymkana hacia esa libertad que explicó Sánchez el martes. La provincia burocrática será estas semanas esperanza, la nueva bandera y toda la patria.

Más provincianos que nunca, provincias-Estado que guiará Moncloa hacia la luz del verano. La desescalada dependerá de los avances o retrocesos en los marcadores establecidos por el Gobierno para estas nuevas naciones sin alma. Algunas autonomías, como Castilla y León, pedían descender hasta los municipios o comarcas. Quizá también haya un mensaje político nítido en la gestión de la nueva etapa relegando a las comunidades autónomas a meros árbitros, recolectores de métricas para el mando único. Asfixiando con marcadores sus críticas y sus propuestas. Silenciando a los líderes regionales con sus expertos.

Andarán satisfechos los leoneses leonesistas. Sin leoninos sentimientos autonomistas y con un respiro en su afán de ser Leónidas contra la persa Castilla. Vivirán más cerca que nunca de su ilusión de habitar un pedazo del viejo nuevo reino durante ocho semanas.