13/12/2020
 Actualizado a 13/12/2020
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En una clase de gramática un alumno mío tuvo un ‘lapsus linguae’ al hablar de ‘pronunciamiento’ en vez de ‘pronunciación’. Pese al parecido gráfico el cambio de significado es abismal. La pronunciación consiste en emitir sonidos hablando cualquiera de las lenguas. Pronunciamiento es término que conviene esclarecer y ajustarlo a nuestra peculiar historia.

Aunque similares, hay diferencia entre pronunciamiento y golpe de Estado. En este último caso es una facción rebelde la que se subleva y controla algunos elementos de las fuerzas armadas tomando el control del Estado mediante un movimiento repentino, organizado y ejecutado furtivamente (vid. al respecto Curzio Malaparte ‘Técnica del golpe de estado’, sobre Bonaparte, Lenin, Trosky, Mussolini, Hitler, Kapp, Pilsudski y Primo de Rivera). En tanto que en un pronunciamiento, un grupo de oficiales militares declara ‘públicamente’ su oposición al Gobierno de turno. Es vocablo español que, como ‘guerrilla’ y ‘quinta columna’, todos ellos curiosamente de corte bélico, han tenido la fortuna de pasar al léxico internacional.

El golpe militar hispánico es algo casi litúrgico, que tiene su ritual en el que la lectura del bando sublevado, leído y fijado en los muros céntricos de la población por un pelotón armado y a toque de corneta y tambor, es tan esencial que ha acabado por dar el nombre de ‘pronunciamiento’. Riego lo proclamó en 1820 contra Fernando VII; Prim y Serrano lo hicieron en 1868 contra Isabel II; Martínez Campos en 1874 contra la I República; Primo de Rivera en 1922 contra la monarquía parlamentaria y Sanjurjo contra la II República en 1932.

Pronunciamiento es el Mesías político cuya venida temen unos y esperan otros. Si la libertad de prensa anda perseguida, si la seguridad individual muda de domicilio o viaja de un punto a otro por cuenta del Estado, si el Gobierno dirige frecuentes circulares a sus delegados previniéndoles que estén alerta, si la cuchilla de la Ley sale a relucir en el Parlamento o en algún Real Decreto, si se halaga al Ejército y si, por ultimo, se generaliza ese ‘rum rum’ de descontento al que llaman opinión pública, ya no hay remedio, el Mesías viene y viene pronto, generalmente vestido de militar.

Las proclamas de los que se pronuncian hablan siempre de salvar a la Patria, pero silencian la motivación generalmente decisiva de defensa de los intereses de grupo. Los pronunciamientos geográfica e históricamente hay que extenderlos cuando menos a la América Latina, heredera de los pronunciamientos españoles, y entonces habría que admitir que, sobre todo los del s. XX, no son liberales sino reaccionarios.

Después de la muerte de Franco, parece que la era de los pronunciamientos –que la Enciclopedia Espasa proclamaba en 1922– ha llegado definitivamente a su fin. Pero, en estos momentos críticos, vuelve a sonar un nuevo ruido de sables. El último intento hasta ahora ha sido el de Tejero en la larga noche del 23 de febrero de 1981. Sin embargo, Tejero quiso hacer un pronunciamiento y sólo le salió un vídeo.

Las premisas sobre los pronunciamientos nos ayudan a desmitificar los orígenes de la Guerra Civil española. Franco dejó traslucir la mentalidad característica de un militar pronunciado cuando, una semana después del estallido, y con una curiosa idea de lo que son países civilizados, se quejaba desvergonzadamente a un periodista de que el gobierno de la República, al no querer rendirse, le obligaba a hacer una guerra civil. Que la culpa siempre es del otro.
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