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Prohibido rendirse

09/07/2023
 Actualizado a 09/07/2023
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Caminar por ahí y encontrarse un tipo con una pulsera de ‘Prohibido rendirse’. En mayúsculas (o ‘caja alta’, según este gremio), por supuesto. Pensar en toda la chatarra motivacional que le han colado a la peña últimamente, en cómo le han dejado la cabeza hecha picadillo a un par de generaciones.

La rendición es lo peor. En una guerra, por ejemplo, significa oprobio, humillación, pérdidas territoriales y económicas, fracaso. Hay que seguir peleando hasta el final por el futuro de los hijos, por el honor, por la patria. Hasta la victoria, siempre, repiten todos los bandos. No se contempla el fracaso, cuando éste es la opción más probable en los conflictos. Y así sucede también en la experiencia cotidiana.

Tal vez rendirse no sea tan malo. Estamos todo el día luchando contra enemigos reales o imaginados, persiguiendo objetivos, fiándolo todo a la consecución de unas metas que en muchos casos no están a nuestro alcance. Nos repetimos que no hay que tirar la toalla, que no conseguir el triunfo es lo mismo que perder. Vemos a los que llegan a la cima, criaturas excelsas que siempre se empeñan en compartir el secreto de su éxito con los demás. Que repiten que hay que intentarlo una y otra vez, levantarse y seguir. A veces obvian detalles sin importancia, como que el dinero de papá es un buen colchón para evitar el impacto brusco contra el suelo. Pero tú, que no lo tienes, has de levantarte todo el tiempo.

A veces lo mejor es rendirse. Bajar los brazos y aceptar que las cosas son como son. Que la gente vota a un partido político diferente (o totalmente opuesto) al nuestro. Reconocer que nuestra ‘lucha’ ni es lucha ni es nada, tan sólo un engaño para hacernos creer a nosotros mismos que nuestra existencia es útil para algo. Reconocer que todos nuestros activismos, nuestros posicionamientos y nuestras voluntades están equivocados o son erróneos. Disfrutar del dulce sabor que da morder el polvo y reconocer al otro su victoria con un discreto toque en la punta de nuestro sombrero fedora. Pensar en Rousseau y en su ingenuidad al decirnos que tenemos que votar pensando en el bien común antes que en nuestro propio bien (a veces en extremos opuestos, uno y otro), y que si el resultado de las elecciones es contrario a lo que hemos elegido es porque nosotros estamos equivocados. Admitir, en fin, nuestro error primero (y último), que es pensar que hay en la vida otra opción más allá de rendirse.
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