10/03/2021
 Actualizado a 10/03/2021
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Hay algunos cambios heterónomos, es decir, impuestos, que pese a llegar en los años tempranos de la vida, nunca se asimilan del todo, por una especie de persistencia tenaz de lo anterior. Personalmente, me ocurrió con el cambio de las regiones de León y Castilla La Vieja, el cambio en la redacción del Padre Nuestro y el cambio de la nomenclatura en los boletines de notas, que sustituyó los tradicionales suspensos, aprobados, notables… por MD, Muy Deficiente y PA, Progresa Adecuadamente.

Puede que fuera entonces cuando el progreso como posibilidad apareciera en mi horizonte, como mejora, como avance. En la Historia, el concepto de progreso es relativamente reciente. No existió en la Antigüedad ni en el Medievo, donde el canon de perfección se encontraba en el pasado, en lo ya hecho, y lo más cercano a la perfección era la buena imitación. En la «querella de antiguos y modernos», Juan de Salisbury intervino como posición intermedia, al decir que somos enanos subidos a hombros de gigantes, introduciendo una idea de progreso por acumulación. Pero no sería hasta la Revolución Industrial, cuando la concepción de que el caminar de la Humanidad sobre la Tierra era la plasmación del progreso, siempre adelante, siempre mejor, se impuso. Y lo seguimos creyendo.

Resulta difícil cuestionar que esto ha sido así en lo científico y tecnológico y es cierto que ha habido grandes progresos en las facetas ética y política de lo humano. En algunos aspectos el desarrollo ha sido tan asombroso, que nos hemos convencido de que el progreso es una Ley de la Naturaleza, como la Ley de la Gravedad, que funciona siempre, independientemente de lo que nosotros hagamos. Hemos olvidado que todo superarse, mejorar, es resultado del esfuerzo, del sacrificio, del ensayo, del entrenamiento, del no rendirse y volverlo a intentar, del afán que impide conformarse, acomodarse, del trabajo, al fin y al cabo.

Basta abrir los ojos y mirar sin recelo para percibir síntomas de estancamiento. Los gorriones cada vez son menos. Las abejas viven amenazadas. Mengua el chorro de los pozos artesianos. Y qué decir de derechos y libertades que un tiempo fueron conquistas, llamados fundamentales. Dos ejemplos recientes me han llevado a preguntarme por la realidad de nuestro progreso. A ellos dedicaré los próximos miércoles.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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