07/10/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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La deriva secesionista en Cataluña se ha agudizado en los últimos días, en esa carrera final por alcanzar la independencia. Uno escucha en su entorno la sorpresa de muchos vecinos, ante bochornosos hechos a los que no encuentran explicación. El hispanista Ian Gibson, que el jueves acudió a Astorga, planteaba dolidas digresiones, en el desarrollo de su animada disertación sobre su obra literaria ante un numeroso público, y con ellas pretendía una explicación para comprender la irracionalidad de esta alteración de la convivencia en una parte del territorio nacional. La riqueza de España, insistía, desde antiguos tiempos, estriba precisamente en su ‘mezcla de sangre’, de culturas y de pueblos, con sus lenguas, manifestaciones artísticas…

Ian Gibson, sin duda cuenta con conocimientos suficientes para indagar sobre el origen y las causas de esta desafección de unos gobernantes regionales, y quizás lo que esperaba era respuestas del público para no caer en la desesperanza, de un país, suyo y nuestro, que puede dilapidar una andadura democrática y de progreso nunca vistas. Las razones de la inquina, por una parte de la población catalana hacia lo que significa el resto de España son múltiples y complejas, y amasadas por los detentadores del poder y de los recursos públicos durante cuatro décadas; entre las causas, la falta de sentido de estado, de ‘primitivismo’ político, esto es, de enconamiento y concesiones innecesarias en momentos trascendentales, carencias que los dos grandes partidos nacionales deberían superar en un futuro próximo para recuperar los valores esenciales de la Nación.

Entre esos valores, y el más fundamental, la educación. En un artículo aquí publicado el cuatro de junio yo recogía la demanda de una asociación, Ames, que denunciaba la manipulación y parcialidad de libros de texto, aprobados por la Generalidad. Con solemnidad, el Ministerio se comprometía, a través de la Alta Inspección, a la elaboración de un estudio, que pronto haría público. Titulaba dicho artículo ‘A la espera’; como puede apreciar el lector, no iba desencaminado, pues nada sabemos de tal asunto cuatro meses después. Este hecho es uno más, entre tantos, que deja patente cómo la transferencia de la educación en los términos que se ha llevado a cabo y la inoperancia de la Alta Inspección han dado carta blanca para el desafuero existente; como el que unos profesores catalanes hayan osado humillar, vejar, al día siguiente de este nefasto domingo, a algunos de sus alumnos.

Si algo ha de caracterizar la labor docente, de un maestro, de un profesor, es evitar la discriminación desde el primer día de curso que pisa el aula, esto es, advertir a sus alumnos sobre los principios educativos en una democracia, y exigirles un respeto hacia los compañeros basado en los valores de igualdad, más allá del físico, de la simpatía o inteligencia de cada cual, pues las virtudes que unos tienen, de ellas otros carecen. El sufrimiento, que estos días estamos viendo, de estas criaturas en colegios e institutos catalanes, relegados, apartados, acusados, por el oficio de sus padres, guardias civiles o policías nacionales, no tienen, permítaseme la expresión, «perdón de Dios». Ya no solo porque sus padres desempeñen una función esencial en la defensa de la democracia y los valores constitucionales, sino porque es de villanos escarnecer a un niño o adolescente ante sus compañeros, dejarlo desvalido y desamparado.

Se van desvelando en las aulas catalanas casos de adoctrinamiento y segregación que recuerdan tácticas tan oprobiosas como las de la pasada dictadura. Los sucesos que han alcanzado mayor notoriedad son los acaecidos en el instituto de Sant Andreu de la Barca, pero en todas las provincias catalanas van saliendo a la luz casos de humillación o captación para la causa independentista por parte de los propios docentes. Llama la atención el hecho de que, en las redes sociales, ante el sufrimiento de estos niños, del abuso de autoridad y dependencia, que de sus profesores tienen, la progresía de salón que tanto jalea otros acosos, se muestre, como ahora se dice, equidistante. También que la nueva consejera encargada de la educación en la Generalidad (famosa por su dificultad para expresarse en español), la señora Ponsatí, aún no haya suspendido en la docencia, temporalmente, a profesores presumiblemente tan indignos.

La Alta Inspección del Ministerio manifiesta que va a tomar cartas en el asunto. Confiemos en que no suceda lo mismo que con su compromiso respecto al informe sobre la falsificación de los libros de texto.
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