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Problema irresoluble del amor

07/02/2020
 Actualizado a 07/02/2020
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El problema del amor son los altos estándares. Sí, sí, esto, que suena a control de calidad, tiene que ver con el amor –no, con el dichoso día de los enamorados que se acerca sibilinamente–.

Cuando era niña sucedía esto: mi madre decía que su primo X y no sé quién más eran muy feos y yo los miraba y no me parecían tan feos y ella se colocaba un rizo detrás de la oreja y le decía a papa, «pero qué feos son, no como tú, que eres tan guapo». Mis padres solían hablar en la cocina, él se sentaba a fumar un cigarrillo y ella trasteaba de un lado a otro y se acercaba a él y lo abrazaba por detrás y decía: «Pero qué feos son, qué feos, con lo guapo que eres tú». Eso para mí (de niña) era el amor.

Cuando mi madre enfermó mi padre la cuidó durante años (muchos), la llevaba y traía una vez a la semana a Madrid a recibir quimioterapia, la acompañó en su periplo por hospitales a intentar nuevos tratamientos, la llevó a comprarse una peluca, a comprarse ropa nueva cuando iba adelgazando, montó un hospital en casa, aprendió a poner inyecciones, a cocinar, aprendió a ser padre y madre. Eso para mí (de adolescente) era el amor.

Cuando mi madre murió, mi padre a veces se ponía muy serio y decía, sin que le temblara la voz, que solo había tenido un amor en la vida y que jamás volvería a casarse. Eso para mí (de adulta) era el amor.

Con esos referentes es difícil encontrar el AMOR, así, con mayúsculas. El problema del amor es tener un estándar tan exquisito, tan inalcanzable. Ahora bien, ¿hubiera sido mejor no conocer ese gran amor? ¿Es mejor no tener ningún referente, crecer sin amor entre tus padres? Padres que se odian, padres que se llevan mal, padres que no se hablan, padres que son indiferentes el uno para el otro.

El problema del amor es irresoluble. Conozco poquísimas parejas que funcionen. Yo diría que un 25%. Otra cosa es que la pareja siga adelante con los ojos medio cerrados, sin tocarse, sin mirarse. Que celebren juntos las fiestas de guardar y vayan a visitar a sus familias, siempre con esa tensión a punto de llevárselo todo por delante. Que hasta vayan a cenar con amigos y les tiren los tejos a las parejas de otros. Juntos. Por los hijos. O porque son incapaces de estar solos. O por pereza. O por costumbre. O por conveniencia económica. O por convenciones sociales, porque «¿quién soy yo si me separo?».

El problema del amor es más grande que la solución del amor. Pero aún así, no nos rindamos, sigamos intentándolo.
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