Primeros de primera

José Ignacio García comenta dos libros de la escritora asturiana Carolina Sarmiento

José Ignacio García
22/05/2021
 Actualizado a 22/05/2021
La autora asturiana Carolina Sarmiento. | DAVID FEITO
La autora asturiana Carolina Sarmiento. | DAVID FEITO
‘Tarada’
Carolina Sarmiento
Pez de Plata Editorial
Novela
144 páginas
16,90 euros

‘Animales urticantes’
Carolina Sarmiento
Pez de Plata Editorial
Narrativa breve
128 páginas
15,90 euros


Disculpen el aparente dislate que estoy a punto de proferir; pero es uno de los riesgos que se corren cuando uno posee esa absorbente cualidad de esponja que se impregna de lo que lee. Quizás por eso, porque todavía sigo restregándome para aliviar los delirantes picores provocados por los dos libros que acabo de devorar de un tirón, lo que voy a decir podrá parecerles un desvarío, un brote de enajenación mental que transitará por mi memoria hasta que la siguiente lectura la atempere o embalsame. Pero allá va la astracanada. Si hasta ahora Asturias era famosa por sus playas y montañas, por el orbayu, por la sidrina, por las fabes, por sus joyas románicas, por el arroz con leche o por los cachopos descomunales como los terrenos de juego de El Molinón, donde ruge la Mareona, o del Tartiere carbayón; de un tiempo a esta parte lo es además por una saga de excelentes narradoras que han puesto en lo más alto el gallardete de la nueva narrativa astur que se rubrica con nombre de mujer.

Carolina Sarmiento es uno de los más claros exponentes de esa nueva literatura asturiana y femenina. Y han bastado los dos libros que nos ocupan, para situarla en la cresta de la ola. Sus óperas primas en el campo del relato y de la novela son breves e intensas como esas esencias perfumadas que se alojan en envases primorosos y destilan aromas, al mismo tiempo, agresivos y delicados que se adhieren al olfato y a la piel sin que sea fácil desprenderse de ellos en mucho tiempo. Son, sin lugar a dudas, nacimientos que en nada recuerdan a una autora bisoña que se pierde en artificios, incertidumbres y probaturas gramaticales y metafóricas, quizás porque Sarmiento tiene el tallo curtido a base de predicar antes de dar mosto; o, lo que es lo mismo, merced a su experiencia como coordinadora de talleres de escritura. Si un escritor es lo que lee, probablemente, en este caso (y se intuye especialmente en algunos relatos urticantes) una narradora también se nutre de lo que enseña.

Si el lector afrontara –como he hecho yo– la experiencia de leer los dos libros de manera consecutiva, abrigaría posiblemente la misma sensación que a mí me ha reconfortado, la de no poder abandonar la lectura, la de sentirse atrapado por una luminosa tela de araña de la que es imposible zafarse. Pero también podría tener la sensación de que está leyendo el mismo libro, de que viaja en distintos vagones del mismo tren, de que tras el jugoso aperitivo de unos entrantes variados en extensión, y sobre todo en brillantez descriptiva y argumental, viene el plato principal, en forma de amplio relato o de novela corta, qué más da; lo cual da buena muestra de otro hecho destacable en la escritura de Carolina Sarmiento: su estilo; un estilo maduro, depurado y definido por una serie de rasgos coincidentes y reconocibles; y no solo porque algunos de los relatos de su primer libro insinúen las peripecias que dilatará después en la novela, sino porque hay en la voz narrativa de la escritora asturiana numerosos matices y recursos que la consolidan como autora de firme presente y venturoso porvenir.Ha transcurrido más de una década desde que escribió los primeros relatos de ‘Animales urticantes’, sin embargo no se aprecian insalvables barreras estilísticas entre aquellos y los más recientes, y tampoco con la técnica empleada en ‘Tarada’, su obra más mollar. La prosa de Sarmiento es densa, poderosa, precisa, elegante, poética por momentos y suele insertar acertadamente los diálogos en la trama, como comentarios o reflexiones propias de la narración; esa rotundidad ayuda a crear ambientes envolventes y cinematográficos que rodean, sitúan y atrapan al lector desde el primer párrafo hasta el desenlace, sin tregua y edulcorando la crudeza y la crueldad de las escabrosas temáticas que aborda entretejiendo personajes humanos, animales o mecánicos que suelen repetirse: abuelos ejemplares, padres perdidos en accidentes prematuros, policías insensibles, amigos samaritanos, perros, gatos, bicicletas, niños para todos los gustos, abogados, músicos, escritores, orates, soñadores… En suma, una pléyade de seres cosidos a cicatrices y estimulados por numerosas cuentas pendientes que anotan con lápiz y papel, con la intención de que no se les olvide pasar la factura al destino antes o después.Por ahí van los tiros de ‘Animales urticantes’, aderezados habitualmente de pasajes y finales alicatados con precisión, pero que dejan en el aire y a merced de cada lector el desenlace de la historia y el juicio al que somete a sus protagonistas.En el caso de ‘Tarada’ se repiten esos elementos recurrentes afianzados, que no insinuados, en su hermano anterior, para encofrar la historia de la huída de un éxito literario espurio que llevará a la protagonista –como si fuera una obra de teatro compartimentada en tres actos– a emprender un viaje improvisado, sumiéndose en una espiral en la que realidad, ficción, alucinaciones, evocaciones y sueños se entremezclan, así como los encuentros humanos y una cadena de broncos y disparatados sucesos que irán jalonando una narración que, a juego con el título, resulta cada vez más descabellada y que, en ocasiones, roza un violento esperpento atenuado, de nuevo, por el efecto dulcificador de la terciopelesca prosa empleada. Al final, y sin ánimo de desvelar algún indicio fundamental, quizás la amistad y la verdadera literatura, o al menos la más propia y personal, le servirán a la protagonista como tabla de salvación a la que asirse.

En un sábado impregnado de aromas futboleros por doquier, donde se decidirán títulos ligueros y descensos a segunda, euforias y dramas, la narrativa asturiana puede alardear bien ufana de sumar a sus vitrinas dos nuevos títulos de primera división literaria.

José Ignacio García es escritor, crítico literario y coordinador del proyecto cultural ‘Contamos la Navidad’.
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