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Primero de Mayo

01/05/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Es cosa muy humana eso de crear ciclos, calendarios y repeticiones de actos simbólicos. Como si fuéramos pegas, coleccionamos de todo, pero solo nosotros y nosotras, la especie humana, coleccionamos el tiempo. Posiblemente sea una reacción a la irrepetibilidad de cada momento de nuestra existencia y en ese sentido, aunque siempre será diferente un Primero de Mayo a otro, conseguimos verlos a todos ellos como lugares idénticos, cargados de las mismas evocaciones y contenido. Sin embargo en las últimas semanas he podido escuchar muchas voces que más insistentemente opinan que el de este año será distinto a todos los anteriores.

Este año ha coincidido que, tras el enorme grito que supuso la Huelga feminista, en el que una mayoría social, la de las mujeres, expresó su hartazgo por esta situación social en la que una minoría androcéntrica impone sus ideas y valores a una mayoría, dos señores y una señora de la Audiencia provincial de Navarra han impuesto a toda la sociedad y a todas las mujeres qué significa para ellos una agresión sexual, y en particular, qué significa la palabra intimidación.

Porque, no nos engañemos, de la lectura cultural de lo que supone una acto de intimidación contra una mujer depende la calificación del delito. De eso y de la visión medieval de la sexualidad femenina. Las mujeres deben defender su «honra» con la vida si fuera preciso. Ya sabemos que la vida de las mujeres tiene un valor relativo para las minorías que piensan así.

Minorías que gobiernan, mejor dicho sojuzgan, a mayorías. Es algo que hemos experimentado más veces. Por ejemplo cuando aprueban marcos de relaciones laborales que priorizan los intereses económicos de unos pocos a la dignidad de las personas.

Y a la hermana violada en Pamplona no me sale decirle que la creo. Me sale, más bien, pedirle su perdón. Perdón por no haber sido capaces aún, yo y toda la mayoría a la que pertenezco, de evitar ser gobernados por una minoría.
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