Secundino Llorente

Primera salida después del confinamiento

07/05/2020
 Actualizado a 07/05/2020
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Jamás había vivido en esta sensación y jamás había imaginado llegar a la misma. Después de cincuenta días de confinamiento total por la pandemia, sin salir de casa, tengo que reconocer que ya soñaba con la primera salida. No ha sido un encierro normal. En un principio, cuando las UCI estaban colapsadas y nos llegaban noticias de que se sorteaban los enfermos que podían atender y los que abandonaban a su suerte, nos obsesionaba el contagio. Las personas, especialmente mayores, sentíamos la necesidad de estar constantemente alerta para no exponernos a la enfermedad y cualquier salida de casa se veía como una tarea compleja que requería poner mucha atención en lo que se hacía. Todo esto genera un desgaste psicológico que puede traducirse en ansiedad. Ahora, cuando baja la presión en las UCI, ya va pesando el tiempo en la jaula y el ánimo se va desplomando. Es imprescindible empezar a salir. Confieso mi deseo de libertad, pero creo que somos muchos los que pensamos así y que hay mucha gente que no puede aguantar más. Lo puedo notar en los grupos de whatasapp y en las videollamadas. Pero el mejor termómetro para medir este deseo podrían ser las noticias de la policía sobre las sanciones. A pesar de que las propuestas de multas por incumplir el confinamiento que decretó el estado de alarma son muy altas y deberían disuadir a los infractores, ha habido casi un millón de sancionados y más de siete mil detenciones. La excusa más repetida de los sancionados es: «no podía más». Creo que esto sí puede medir el ansia de libertad después de tanto tiempo confinados. La casuística recogida de periódicos provinciales es muy interesante y variada: Un bañista de 33 años sorprendido cerca del Cabo de las Huertas y que vivía en un chalet de la zona alegó a los agentes que «ya no podía más estar encerrado en casa y había decidido salir a darse un baño». Otro hombre de 53 años fue detenido en Telde, Gran Canaria, por excusarse ante la policía de que iba a casa de su pareja a mantener relaciones lo que le supuso una noche arrestado y una multa de 720 euros por desobediencia grave. Un vecino de Santa María de Guía en Las Palmas, que fue sorprendido deambulando por la calle y, cuando fue requerido por los agentes para que se confinara en su casa, se negó a marcharse. El acusado, según recoge la sentencia, aseguró que él sólo «obedecía órdenes de Dios para salir a la calle» y que «prefería ser detenido antes que volver a su casa». Reconozco que en algunos casos las sanciones parecen desproporcionadas, como una mujer, a media mañana, que accede a la Playa de San Juan de Alicante porque «necesitaba ver el mar». Pero el caso más pintoresco es el de un vecino de Salou que bajó a las cuatro de la mañana al acantilado de la playa, oculto en las rocas, a fumar un cigarro. Cuando le localizaron los mozos de escuadra y mientras formulaban la denuncia, el infractor se preguntaba dos cosas: ¿A quién hago daño con esto? y ¿qué vecino me denunció? El listado de casos puede ser interminable y todos indican lo mismo: «Queremos salir de casa».

La semana pasada el presidente del Gobierno nos daba una alegría: «El día 2 de mayo podremos salir una hora para realizar una actividad física». ¡Qué alegría y qué nervios! ¿A qué hora? ¿Cómo puedo salir? ¿Qué puedo hacer? Muchas dudas y muchos miedos, pero muchas ganas de volver a pisar la calle, de ver a la gente, aunque sea controlando la distancia. Las personas que practican deporte pueden hacerlo una sola vez al día. Sólo se permiten actividades individuales y nunca en contacto con otras personas. Entre los deportes permitidos están correr, montar en bicicleta o patinar. Para realizar estas actividades los deportistas pueden moverse sin limitaciones por el municipio, pero sin salir de él. Hinché las ruedas de la bici, puse el casco y a dar vueltas alrededor del río. El día inmejorable: sol de primavera, veintiún grados. Muchos españoles han decidido madrugar este sábado para salir «corriendo a correr» a la calle. Me recuerda un archivo que se hizo viral hace un mes en las redes: se abre la puerta de un gallinero y miles de gallinas salen despendoladas y cacareando por la pendiente del monte. Esa fue la impresión del sábado, ya a las 6 de la mañana se han llenado las calles y paseos. Yo pienso que más que por la afición al deporte se trata de un ansia de libertad. Lo más llamativo es la novedad de las mascarillas, aunque aún faltaban muchas y debería llegar a ser obligatorio, más que por propia prevención por respeto a los demás. Salí en la bici, por la orilla de los ríos, ya que elegí la zona de encuentro del Torío y Bernesga. Es un lugar de ensueño, sintiendo el aire fresco en la cara mientras disfrutaba de bellos paisajes, el agua descendía mansamente, los árboles rotos nos recuerdan aún la tormenta Gloria y por todas partes aparecen las primeras flores de primavera. Me impresionó el orden y responsabilidad de los mayores, pero parece que el resto, en algunos casos, no respetó las normas y aquello se convirtió en una verbena. ¡Qué miedo me da! ¡Ojalá se imponga la madurez, la sensatez, el juicio y la responsabilidad! Sería tremendo volver al agobio en los hospitales.

«El coronavirus consiguió meterme en casa confinado para poder celebrar el momento de alcanzar mi libertad». Lo siento, no puedo decir que haya merecido la pena el encierro, pero he sido feliz disfrutando de la primera salida después de tan largo confinamiento.
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