Presentes alternativos

Iván Samprón Alonso
13/07/2021
 Actualizado a 13/07/2021
Si bien el futuro del Bierzo es incierto, poca duda puede haber respecto al presente. Los últimos años han precipitado a la comarca a una posición muy diferente respecto a la que tenía en la primera década de este siglo. Desde entonces El Bierzo, se ha convertido una comarca gris, descapitalizada y adormilada que deposita su esperanza en cualquier proyecto con visos de arraigar, por fantasioso o volátil que sea.

Nos engañaríamos si dijéramos que las crisis que nos han golpeado han derribado un sistema sólido. Nuestro edificio era frágil y algunos lo sabían; una economía basada en una construcción especulativa y el monocultivo carbonero son los justos antecedentes. A ello se sumaba un campus universitario pequeño, un hospital falto de recursos y unas conexiones limitadas o incluso nulas.

El primer pilar de nuestra economía reventó en un simple despacho porque unos tipos de Wall Street habían vendido demasiadas hipotecas a gente que sabían que no podía pagarlas. En cambio, el carbón se fue de nuestra cartera porque sus emisiones de CO2 son inasumibles para algo tan global como el planeta, que se enfrenta ya a la desaparición del uso de combustibles como el petróleo y otras materias primas. Una crisis energética puede estar mirando ahora mismo a un mundo que a 300 años de la Revolución industrial sigue siendo dependiente de los combustibles fósiles.

Son varios escenarios los que se manejan en el futuro sin combustibles fósiles, y muy incómodos, ya que según parece el Cambio Climático y el agotamiento de recursos avanzan más rápido que cualquier tecnología. Y está claro que todo esfuerzo va a ser insuficiente para frenar lo que viene.

En España, la descarbonización acelera a marchas forzadas y a pocas semanas de aprobarse la primera ley de Cambio Climático el precio de los derechos de emisión, el dinero que pagan las industrias por emitir CO2, supera los 50 € por cada tonelada, tras varias semanas de subida. Este coste, que grava a quienes contaminan con la intención de fomentar la reducción de emisiones, supone en muchos casos la diferencia entre invertir o no en sistemas que eviten la emisión de CO2.

Pueden parecer precios asequibles, pero no lo son tanto cuando los volúmenes de cuentan por millones. De hecho, por encima de los 42 € euros se encuentra la delgada línea que supone tener o no, un sistema de captura y almacenamiento de CO2, como el que comenzó a desarrollarse en nuestra comarca allá por 2006. Claro que en aquella época contaminar salía casi gratis y el proyecto no prosperó. En 2019 el Pozo Salgueiro, la última mina berciana en echar el cierre, murió en paliativos cuando todo esto ya quedaba lejano.

La oportunidad se fue y el carbón desapareció de nuestra economía pero no de las del resto del mundo, que cada vez usan más este combustible, y lo seguirán haciendo porque todo el planeta quiere mejorar su nivel de vida, al igual que lo hicimos en Europa.

Pero aunque el carbón desapareció de la cartera española, el CO2 no lo hizo. Y es precisamente este CO2 quien dispara nuestra factura por la subida de los mencionados costes de emisión. Pero esta vez el emisor es un combustible importado pero necesario para satisfacer la demanda, aunque sea a un coste altísimo.

Aunque ningún combustible fósil tiene futuro más allá de la existencia de recursos, el carbón tuvo una oportunidad para estar en este presente, quizás no como un proyecto faraónico, al menos en España, pero sí desarrollando humildemente la descarbonización global por paradójico que parezca. Y tal y como se articula el sistema eléctrico quién sabe si pudo ser un punto de alivio para una factura desmesurada al evitar el coste por emitir CO2 en nuestro propio país. Pero lo más destacable es que se fue la oportunidad de tener otro «Ahora».

Probablemente ese hipotético presente no aseguraría la prosperidad, pero lo que es seguro es que al menos hubiéramos esquivado una pequeña parte de nuestra agonía actual, y es inevitable hacerse varias preguntas ¿qué hubiera pasado si El Bierzo hubiera sido la cabeza demostrativa de algo tan relevante a nivel mundial? ¿Pudo ser nuestra comarca un centro neurálgico exportador de tecnología de primera? ¿Se imaginan a otros países importando un sistema desarrollado en El Bierzo?

Pero si a alguien le suena todo esto a ensoñaciones, debe saber que Repsol acaba de anunciar una inversión de 10 millones de euros para investigación en almacenamiento de CO2, en una clara búsqueda de reducir costes de emisión. Eso sí, lo hará en el polo industrial de Tarragona, lo que introduce otra pregunta: quienes desarrollen estas tecnologías, ¿tendrán la clave del futuro industrial (y por tanto del empleo)?

Aquí, en el Bierzo, seguiremos haciéndonos preguntas de las que es mejor no saber la respuesta.
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