Pozo Julia, la mina sin mineros

Una mina tan real como la muerte misma

Fulgencio Fernández
31/01/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Una estampa tradicional de las minas, el vestuario de los obreros y su típico y llamativo sistema de colgar la ropa, los monos. | MAURICIO PEÑA
Una estampa tradicional de las minas, el vestuario de los obreros y su típico y llamativo sistema de colgar la ropa, los monos. | MAURICIO PEÑA
En ‘miradas’ anteriores hacia la realidad de la minería encontramos a Laciana convertida en libro (‘Las gafas del Belga’, que recorre la historia de esta industriaa través de la biografía de Marcelo Jorissen), los restos de un mundo ya olvidado (como la Sociedad El Amparo de Sabero)... pero tal vez la mejor metáfora de la realidad de la mina sea el Pozo Julia de Fabero, el buque insignia de la minería de la comarca, nombradaEmpresaModelo, con cerca de 4.000 trabajadores en plantilla y hoy... un museo.

Siempre se ha dicho que cuando nace el museo es que ha muerto aquello que se quiere recordar y es la cruda realidad del pozo Julia.

- ¿Cuántos mineros quedan en Fabero?

- Ninguno de la minería clásica, de interior, ninguno.

Quien lo explica es Fidel Santín, ex minero del Pozo Julia y uno de los que trabajó para que sea museo o parque de la minería, una excelente idea, la mejor forma de entender lo que fue esta profesión y un lugar por el que deberían pasar aquellos que opinan de la minería como del celibato de los curas o la extraña desaparición del abogado de Raquel Gago.

- La verdad es que la idea nació casi por casualidad. Se adecentó la visita en 2007 para la Feria del Turismo Minero y fue tan buena la acogida que no se desmontó lo hecho sino que allí nació el proyecto de esta visita guiada por las instalaciones del pozo;explica Carmina Trabado, hija y mujer de minero y concejala en aquel 2007, cuando nació la iniciativa.

Una realidad que fue posible gracias a la colaboración de la Asociación de Mineros, quienes «volvieron al tajo»y reprodujeron las faenas, volvieron a postear con madera ‘noble’ las galerías y con madera de pino aquellos otros tajos que después deberían hundirse para seguir avanzando. «Es que en la mina se trabaja mucho con los sentidos. Con el oído, hay que escuchar a la mina, a la madera cuando ‘restalla’ que está avisando de que ya no aguanta, con la vista...».

- ¿Había mucho grisú en este pozo Julia?

- No, no era esta mina muy peligrosa por el gas aunque hubo un accidente muy grave en los años 80, pero se habló de una negligencia por no comprobar los niveles después de un puente largo, en el que hubo mucha acumulación. Tienen mucho más gas las de la cuenca de Sabero y también las de la Hullera Vasco Leonesa.

La visita reproduce la mina real, de todas las dependencias, sólo se evita el descenso de la jaula a 270 metros  Y así, poco a poco, se fueron recuperando las diversas dependencias de la mina:la impresionante sala de compresores («pese a ser de los años 50 mira qué máquinas, de las mejores marcas mundiales»);la sala de máquinas, también muy llamativa;y los rincones más tradicionales de la mina:el castillete; los lavaderos; la linea de baldes (sólo los postes); la lampistería; el botiquín con dos viejas camillas; las duchas y el vestuario de los obreroscon su tradicional estampa de los monos colgados de las alambres; el vestuario de los facultativos, mucho mejor que el de los mineros, y hasta la sala de las visitas. «Es que ‘la empresa’ estaba muy bien relacionada con el Régimen y venían altos cargos para los que se tenía sus salas, con bañeras, que no las había en casi ninguna casa de Fabero», explica Santín, quien sin darse cuenta ofrece un dato más de la importancia de Antracitas de Fabero llamándola como lo hacen todas las gentes de la comarca, «la empresa».

En esta recreación sólo hay una pequeña ‘trampa’: El visitante entra por la bocamina hasta la jaula y allí en lugar de descender los 270 metros que bajaban las jaulas, atravesando tres plantas (alos 50,100 y los definitivos 270 metros)se pasa a una cámara oscura, en la que hay una simulación del famoso ruido de las jaulas al descender, y se sale en la galería que esta a ras de suelo. En ella están reproducidas las faenas más clásicas de la mina, con los ya citados posteos y, sobre todo, la reacreación del trabajo de los picadores (con ayuda de grabaciones reales en vídeo)y ese momento en el que a todos los visitantes profanos se les encoge el corazón, cuando les cuentan que «a este pequeño recinto, porque las capas eran estrechas, se accede arrastrándote por el suelo. Arrancas el carbón —primero a pico y pala, después con los martillos y finalmente con cepillo—sacas el carbón, después dejas que la presión hunda la capa y sigues hacia adelante, pues se medía y se cobraba por metros, por destajos», explica el viejo minero que se calla para esperar la pregunta que siempre se repite:«¿Ypor dónde salís de esa ratonera?».

- Por los laterales.

En las caras de los visitantes se nota entonces que han entendido la mina, la claustrofobia, la oscuridad, el silencio roto por la escucha de la madera que se va a rajar...

También en el lenguaje late la importancia de Antracitas de Fabero en la comarca, de la empresa. Hablan de las casas de los ingenieros, del famoso Economato con el que fidelizaban a los mineros –«mi padre cuando le daban la nómina ya les debía el 90% en compras», recuerda Carmina—, y hasta del poblado minero de Diego Pérez... «Siempre hubo grandes diferencias sociales, que se recortaron mucho después de la huelgona del 79».

La memoria de una mina, de un pozo, que nació en los 50, produjo siempre más de 100.000 toneladas al año (393.873 en 1958)y murió en 1991. Si la quieres conocer allí está su museo, sólo le falta la vida.
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