Postales desde el parque (III): Un regalo insuperable

Las contraportadas de La Nueva Crónica en verano se convierten en un retablo de fotógrafos, en una mirada actual al mundo a través del objetivo

Agustín Berrueta
17/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Había otro haciendo regalos antes que yo, pero se murió. El japonés Todiko Tidoi era un consumado maestro en el noble arte del envoltorio, un esmerado amanuense de bellísima caligrafía, poseía un gusto refinadísimo y, por si todo eso fuera poco, tenía el don de la oportunidad. Era insuperable... O casi.

Hace poco fue el cumpleaños de una querida amiga. Me consta que le han hecho todo tipo de regalos, a cual más espectacular: un piano que bajó del cielo colgado de un cable, un crucero en velero por el canal de Beagle, auroras boreales en los confines de Noruega, románticas cenas a la luz de la Luna en una terraza de grande belleza. Insuperables... O casi.

Yo me fui a Salamanca y le traje una ración de jeta de cerdo primorosamente envuelta en papel de estraza pringado con su propia grasa. En mi vida me ha costado tanto un regalo. No por el precio de la jeta, que está barata, no; no por hacer un viaje a Salamanca, que voy encantado siempre que puedo, no es eso; ni por la originalidad del regalo, que ella mismo lo había sugerido, tampoco... Sino porque, en el viaje de vuelta, tuve que aguantar estoicamente tres horas de autobús, justo en las horas centrales del día, oliendo la ración de jeta sin poder darle ni un lametón, ¡aún tengo pesadillas! ¿Hay quien supere eso? Como soy muy deportivo, le dedico una canción a su pareja por si le da ideas para el próximo regalo; total, el mío no lo va a superar...
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