25/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Si Aníbal El Cartaginés, después de 10 años merodeando por los alrededores, se hubiera atrevido finalmente a derribar las puertas de Roma, ¿cómo hubiera cambiado la Historia? ¿Y si Judas, no hubiera entregado a su maestro por 30 denarios? ¿Y si Hitler hubiera sido admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena, como él quería? ¿Y si yo no hubiera entrado en aquel café, la noche en que conocí al amor de mi vida?

Pueden parecer preguntas estériles, pues ya nada va a cambiar, pero existe una disciplina que se encarga de dar respuesta a este tipo de cuestiones, la historia contrafactual o alternativa y en el mundo de la literatura da lugar a un género propio, el de las eucronías.

En el año 1581 las Cortes de Tomar coronaron como Rey de Portugal a Felipe II, que unía así este territorio a su Corona junto con los dominios hispánicos. El rey tuvo incluso la intención de convertir Lisboa en capital de este imperio, en el que no se ponía el sol. Unidos siguieron hasta el tratado de Lisboa de 1668 que ponía fin a la guerra que se había desencadenado en 1640.

Justo en esos mismos años, se produjo la sublevación de Cataluña, que abandonó la soberanía española para pasar bajo soberanía francesa –nunca fue soberana–. España no podía hacer frente a ambos desafíos y el Conde Duque de Olivares decidió recuperar Cataluña y ceder Portugal.

De paseo por Vila Nova de Cerveira, me pregunto cómo nos hubiera ido, cómo habría cambiado nuestra historia, si la decisión del valido de Felipe IV hubiera sido otra, manteniendo Portugal. Aunque yo soy partidario del «a enemigo que huye, puente de plata», también lo soy de una federación ibérica que una lo que una frontera separa: España y Portugal. Y no por nostalgias históricas, más bien por el futuro que tendría la unión y las ventajas que tendría para todos sus ciudadanos. Así lo creían también intelectuales de la talla de Unamuno o de Fernando Pessoa. Que en España digamos que la oveja hace ‘bee’ y en Portugal digan que hace ‘mee’, no creo que sea una diferencia insalvable. Pero, como decía Pessoa: "Si alguien os dice que esto es falso y absurdo, no le creáis, pero tampoco creáis en lo que yo os digo, porque no se debe creer en nada".

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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