19/03/2020
 Actualizado a 19/03/2020
Guardar
«Pues Einstein sería muy listo, pero era feo de cojones». «Pa feo, su hermano Frank». «¿Qué Frank?». «Frank-einstein». «¿Otro porrito?» «Enga».

El protagonista de este chiste es, junto con Óscar Wilde, el tipo del que más frases célebres se utilizan cuando te las quieres dar de culto y de redicho. Una de ellas, seguramente la más conocida, raza así: «El universo y la estupidez humanas son infinitas, y no estoy del todo seguro de lo del universo». De vivir estos días, don Alberto se daría cuenta de la verdad que encierra la frasecita...

Yo no quería escribir sobre el coronavirus. Me parece que hacerlo es contribuir a la histeria colectiva, cosa que creo que es lo que desea el Poder. Yo no quería escribir sobre el coronavirus, porque al hacerlo nos sometemos a nosotros mismos a una dinámica dónde sólo vale lo absoluto: los buenos contra los malos, los de la España vaciada, (cuatro gatos abandonados por todos, pero ahora con la certidumbre de saber que, precisamente gracias a eso, tienen menos posibilidades de contagio), contra la España opulenta, mucho más expuestos al virus, por culpa, precisamente, de la ingente cantidad de gente que vive apelotonada en unos pocos metros cuadrados. Yo no quería escribir sobre el coronavirus porque, cuando lo hago, estoy bailando al son de la música que tocan Soros o cualquiera de sus acólitos y que busca el cambio de la sociedad por cualquier medio; en este caso, por desgracia, de la manera más abrupta y peligrosa, como si fueran, recordando el pasado, las purgas de Stalin, en las que cualquiera podía morir en cualquier momento sin saber que había hecho para molestar o enfadar al Poder. Estamos locos o nos quieren volver locos, qué es mucho peor. Hace un mes escribí, aquí mismo, que al ejército chino se le había ido la mano con los experimentos en armas bacteriológicas. Ahora, se puede leer una teoría de la conspiración que dice que a los que se les escapó el bicho fue a los americanos. Me da lo mismo. También dejé escrito aquí que el mundo iba a entrar en una recesión mucho más brutal que la de 2008, según pronosticaban algunos altos directivos del segundo banco francés. Sólo faltaba el detonante. Pues bien, lo hemos encontrado: el bicho.

Si creyera en el ‘multiverso’, (una teoría física, consecuencia de una paja mental que se hicieron dos o tres científicos a mediados del pasado siglo, y que viene a afirmar que podemos estar viviendo otras vidas en otros planos de la consciencia), diría que, tal como afirman los hinduistas desde hace miles de años, estamos inmersos en uno de los muchos universos paralelos que existen y en el que es posible que ocurra cualquier cosa. O, también, puedo pensar que estamos sufriendo un experimento de control mental sobre siete mil millones de seres humanos, algo impensable en cualquier otra época histórica, y del que no sabemos sus objetivos. En cualquier caso, nada bueno. Cuando muchos gobiernos del mundo recluyen a millones de personas en sus casas, querido amigo, ponte a temblar. Nos venden que lo hacen para evitar la expansión de un virus asesino... ¡Hombre! Uno ha procurado mirar las estadísticas de contagiados y de muertos de otras enfermedades, (como por ejemplo, la gripe común), y si son ciertas las que publican la Organización Mundial de la Salud o la Unión Europea, os aseguro que la diñan muchos más que con el coronavirus. Seamos serios: China tiene mil cuatrocientos millones de habitantes. Italia, sesenta y dos. Francia, sesenta y seis. España, cuarenta y ocho. Irán, ochenta y tres. Corea del Sur, cincuenta. Estos países, los que más han sufrido el flagelo de la enfermedad, suman, por tanto, mil setecientos diez millones de almas. Se han contagiado, en estos mismo países, doscientas diez mil personas y han muerto cinco mil doscientas. Todos los años, la gripe mata de doscientas cincuenta mil a medio millón de almas, y en el 2018, fueron seiscientas cincuenta mil. Aunque el aumento del coronavirus sea exponencial, dudo mucho que haya tantos ‘palmeras’ este año. Y no solo lo hago yo, que no tengo ni puta idea, sino que lo afirman médicos y epidemiólogos. Además, esta crisis enterrará lo que queda de la Unión Europea, lo que es una desgracia, y acabará con la tan celebrada ‘globalización’, que uno considera un milagro. A los poderes que de verdad mandan, una Europa fuerte y unida les producía dolor de cabeza. El Brexit la dejó tocada y la actual crisis la hundirá. Lo de dejar incomunicados a cuarenta millones de almas, es posible en China. Aquí, no, pero lo están intentando.

Para acabar, una recomendación: ahora que tenéis tiempo, leed ‘Almas muertas’, de Nikolái Gógol. Un pasote. Y una de sus frases: «El pánico es más contagioso que la peste y se comunica al instante».
Lo más leído