Por sus palas los conoceréis

07/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Reconozco que tenía cierta fama de loco pero la afiancé una noche con un suceso que, sin embargo, sólo era síntoma de cordura. Así es la vida moderna. Subía Hoces de Vegacervera arriba a las tres de la mañana, nevando y con nieve acumulada, cuando en medio de la carretera aparece un coche enorme, cuatro por cuatro, con tracción hasta a los mocos del conductor... pero parado, atascado y sin capacidad para moverlo. Se había colgado por tirar para adelante contra viento y marea.

- Tienes que espalar amigo; le advierto.

Y sacó del maletero una de esas palas desmontables, hechas con los restos de las latas de sardinas, y al primer golpe que le dio a aquella nieve helada se le dobló la pala como si fuera de papel. Se quedó mirando para mí, que ya había sacado una de verdad, se la pedí, me la dio y la tiré al río. Ahí nació la leyenda, lo contó en los bares y se repetía lo de «está loco». No, al menos no por eso, pues lo que omitió fue la explicación que le di: «O sea que gastas 30.000 euros en el coche y vas a Continente a ahorrar tres en una pala». Y salió volando.

Por sus palas los conoceréis. Cuando ves a un lugareño con su Bellota plana ya sabes que va a espalar, cuando ves a un turista con una desmontable ya sabes que hay circo a la vista.

Dicen las palas mucho más de lo que puedas imaginar. Hasta historia explican. Siempre contaba el inigualable Pereira que él supo que había llegado la República cuando vio a su padre en la ferretería familiar pintando de morado la última franja de la bandera que lucía en el mango de las palas que vendía. Y supo que Franco había ganado la guerra cuando aquellas mismas palas recuperaron la franja amarilla y se llamaban La Nacional que, política aparte, también espalaban bien.
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