Por sus obras lo recordaréis

Bernardino M. Hernando es una de esas inmensas figuras de nuestra cultura cuyo anonimato sólo se entiende en su casi enfermiza modestia, y un leonés que jamás olvidó a su tierra, no en vano donó a su pueblo su gran biblioteca y al Etnográfico la acordeón de su padre, músico popular

Fulgencio Fernández
09/04/2019
 Actualizado a 16/09/2019
La biblioteca de Mansilla, a la que donó sus libros, lleva su nombre.
La biblioteca de Mansilla, a la que donó sus libros, lleva su nombre.
Ha fallecido Bernardino Martínez Hernando y su adiós se ha producido con el silencio que seguramente a él le hubiera gustado, lo que no quita para que sea tremendamente injusto pues Bernardino fue una impresionante figura de nuestra cultura, del que se podría decir —ya que clérigo fue— aquello de que «por sus obras le recordaréis», por su figura está ligada a muchas cosas en esta tierra. Y se podría añadir su tremenda bonhomía, nada habitual en los tiempos que corren.

Palió parte del silencio que cubre su vida y su obra una extensa nota de la Asociación de la Prensa de Madrid, de la que era bibliotecario, en la que se deja ver su ingente y silencioso trabajo en ella, sus investigaciones, sus libros para el recuerdo —baste recordar la inmensa investigación llevada a cabo para su volumen 'La corona de laurel. Periodistas en la Real Academia Española'—, por citar uno, pero la citada reseña recuerda muchas otras obras, revistas...

Ayudaría a acercarse a su figura las palabras que sobre él decían, en vida, los numerosos alumnos que disfrutaron de sus saberes en los 24 años que fue profesor de la Facultad de Periodismo en Madrid.

Se hablaba de que en sus obras, en sus hechos, vivirá su recuerdo, fundamentalmente en León, tierra que jamás olvidó; no había más que ver cómo disfrutaba de la visita que anualmente le cursaban el historiador Secundino Serrano, el técnico de Cultura del ayuntamiento de su Mansilla natal, Javier Cuesta, y Andrés, un excelente lector. Horas de conversación y un agradecimiento eterno de «Bernardino», un hombre que vivía retirado a sus lecturas, sus investigaciones y su cultura, no en vano el triste e inesperado final le llegó a causa de un accidente sufrido hace unos días cuando acudió al teatro y se cayó, lo que le provocó una complicación cerebrovascular.

Entre sus obras o sus recuerdos leoneses habría dos nombres, en la primera etapa, antes de irse a Madrid: Claraboya, y Forecu.

En la recordada revista de poesía Claraboya —la de Agustín Delgado, Toño Llamas, Ángel Fierro y Luis Mateo Díez— estuvo en los primeros números de la misma.

Muchas veces se dijo que para ‘cederles’ su carnet de prensa, no es cierto, él mismo lo contaba. Lo que ocurría es que no se fiaban en la Diputación, que editaba la revista, de aquel grupo de jóvenes y Bernardino hizo «de pantalla» como su maestro G. de Lama hizo en Espadaña (de hecho él  firmaba Bernardino M. Hernando en homenaje a Antonio G. de Lama): «Era una época en que los clérigos, incluso los más lanzados, eran gente respetable y de confianza».

Algo similar ocurrió unos años después con otro recordado Club de curioso nombre: El Forecu (que escondía un Formativo, Recreativo y Cultural). Los forecus encontraron en M. Hernando quien propició aquel cine con debate al final, la publicación de la revista Criterio, el deporte volcado en el baloncesto con un equipo que fue el germen del recordado Elosúa.

Y con el paso del tiempo volvió la mirada a su tierra. Regaló a su pueblo, Mansilla de las Mulas, una extraordinaria bioblioteca, después de tantos años como autor y crítico literario; y al Museo Etnográfico una pieza de gran valor sentimental para él: El acordeón de su padre, el recordado Cartero, que había sido un querido músico popular, de los de orquestina...

Sobre su forma de entender la enseñanza y el periodismo hay una anécdota muy singular, coleccionaba esquelas curiosas de los periódicos desde hacía varias décadas: «Es una de las secciones más leídas y menos analizadas de los periódicos y, sin embargo, llevan una gran carga informativa que se desprecia».  

No debe ser casualidad que dos bibliotecas lleven su nombre: la de la Asociación de la Prensa y la de Mansilla.
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