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Por no armar el lío...

20/01/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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El motivo por el que Mariano Rajoy decidió acudir a la convención del PP que este fin de semana se celebra en Madrid fue probablemente lo más claro y comprensible de toda su trayectoria política: «Voy por no armar el lío». A veces resulta mucho más significativo lo que uno no quiere que lo que verdaderamente quiere. El no suele ser mucho más firme que todo lo demás. Las encuestas que en esta época barajan los partidos políticos resultarían mucho más fiables si se preguntase al entrevistado a quién no va a votar, porque es algo que la gente tiene mucho más claro y en lo que no queda lugar para los indecisos de última hora. En las próximas elecciones, el no se antoja mucho más importante que el resto de las intenciones de voto, así como aquellos asuntos de los que a todos nos conviene más no hablar. Cierto que hay un gran componente de comodidad, de la pereza o el miedo que produce un enfrentamiento por decir que no a la cara, que algunos se toman como una falta de educación por no asentir a lo que te cuentan. Así, no conviene, ni está bien visto, por ejemplo, hablar mal de los muertos, aunque al mismo tiempo destaques las que fueron sus virtudes. Ha pasado esta semana con la muerte del asturiano Vicente Álvarez Areces, al que le han llovido loas desde los lados de la cordillera, seguramente merecidas. En cambio, nadie parece recordar ya que el socialista asturiano fue quien se empeñó en atravesar la provincia de León con una línea eléctrica de alta tensión, la tan nombrada Sama-Velilla, lo que le hubiese permitido convertir el puerto de Gijón en un enclave gasístico para que, de paso, mantuviesen su actividad las centrales de ciclo combinado de Asturias y tuviesen que cerrar las térmicas de León. Al final las térmicas leonesas están muriendo de inanición y el proyecto de la Sama-Velilla no lo paró la oposición de los leoneses, sino la crisis. A Areces le gustaba mucho trazar líneas eléctricas pero lejos de su Principado, a poder ser por León, como demostró otra vez inaugurando la estación de esquí de Fuentes de Invierno sin más abastecimiento eléctrico que generadores y pidiendo a las instituciones leonesas que construyesen por su territorio una línea eléctrica que él no pensaba pagar... y sus sucesores, hasta el momento, tampoco. De paso, en las rampas asturianas del puerto de San Isidro, con su amigo Ángel Fernández Villa, otro de los habituales de Rodiezmo, se gastaba el dinero de los planes de carbón en una residencia de ancianos con spa cuya financiación ahora no puede recordar. El problema no es solo suyo, sino que el Alzheimer, en realidad, es social. Del mismo modo que no conviene hablar mal de los muertos, tampoco conviene hablar mal de Óscar Puente, porque es exactamente lo que busca y por cada enfado que genera en el resto de Castilla y León parece que gana un voto en Valladolid. Lo preocupante no es que demuestre heredar el cargo y la prepotencia del que fuera ginecólogo de Ana Botella, sino que todo hace indicar que ese discurso triunfa entre los vallisoletanos. Y tampoco conviene hablar, claro está, de Vox, porque es «hacerles la campaña», dicen los entendidos. Se trata de un partido tremendamente difícil de combatir, al que no le importa falsear las cifras de mujeres asesinadas por violencia machista o las enfermedades que traen los inmigrantes, pues cuenta con la indudable ventaja de que a sus simpatizantes les da exactamente igual lo que es verdad y lo que es mentira. Lo rocambolesco llega cuando las críticas vienen de algunos periodistas a los que tampoco les importa demasiado lo que es verdad y lo que es mentira con tal de conseguir una cuantas visitas. Entre unas cosas y otras, lo que dan son ganas de tirarse por la ventana, pero tampoco nos conviene hablar de suicidios, por el temido efecto dominó. Al final no sé de qué vamos a tener que hablar para no cagarnos en lo que nos tenemos que cagar.
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