Póngase a la cola

16/10/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Los dos mostradores de mármol, tan altos que no permiten la atención fácil desde ellos, dan la ¿bienvenida? al (cliente) en la delegación de la administración autonómica de la pequeña ciudad. No es el bar que has elegido para desayunar cada mañana. Es el eje de la tramitación obligada para casi todo. El mediador entre un sello y un papel, basado en personas como herramientas. Así presentado, tal vez ser educado sobra para ambos miembros de la relación. Es cuestión de cumplir, pero el usuario adopta el papel de corderito y a todo le da los buenos días a su entrada, hasta al alto mostrador, cuyo envés solo percibe. Buenos días (se intuye respuesta). El funcionario, cansado de saludos, se afana en tramitar, con la sonrisa perdida desde primera hora ya. Y es que, por delante de ti hay otros ocho buenos días dados. Como el cordón que conforma la procesionaria, la cola se va gestando sin bajar nunca de cinco elementos y sin máximo definido. Y el funcionario mira al final de la lista de a uno de soslayo y con claridad a la esfera del reloj. De nuevo se pierde la hora del café. Al paso largo del tic-tac te arrepientes de los buenos días dados y quieres que te los devuelvan, eso y las dos horas que llevas de pie a la espera de que te recojan cuatro hojas. Solo te consuela, como mal menor, que detrás de tí hay otras ocho personas que también se han quedado sin su educado saludo. El funcionario se ha convertido en una grapadora de manos rápidas. No se duerme el hombre, pero es que, a su lado faltan tres compañeros. La verdad es que son menos de la mitad de los que debían los que trabajan y, pese a sus quejas, tramitadas en otro mostrador, las mañanas siguen siendo así de trágicas. El ‘vuelva usted mañana’ denunciado por Mariano José Larra en el siglo XIX se convierte hoy en ‘póngase a la cola’ con más de dos siglos de por medio. A veces, lo único que nos pasa por delante, es el tiempo.
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