Ponferrada en amarillo y azul

28/02/2023
 Actualizado a 28/02/2023
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Ucrania se desperezó al mundo casi pidiendo auxilio hace un año. Sonaba a eslava, a frío, a un rincón en un inmenso mapamundi y, sobre todo, a desconocida. Pero se escucharon tambores de guerra en el corazón de Kiev y escuchamos su ecoretumbar dentro del alma. Saltaron los demonios de las guerras de la parte del mundo que muchos solo sospechamos que existe y comenzó a salpicarnos de dolor en los gestos. Desde detrás de una pantalla nos mojaron las lágrimas y los nudos ahogando gargantas desconocidas que entendíamos sin compartir raíces ni idioma.

La tierra se rompía para convertirse en exilio obligado. Y la muerte obligaba a no mirar atrás. Lo de mujeres y niños primero se convertía en dogma en Ucrania, que se despedía con el beso de un soldado, a veces comprometido con una causa compartida, otras muerto de miedo por verse en una diana que no había elegido. Un día, una semana. Autobuses de llantos mojan las calles de Ponferrada, convertida en la primera ciudad de Castilla y León en levantar la mano de la ayuda. No era un viaje el que traía a los ucranianos a refugiarse al Bierzo, era una huida, el resultado de lo ajeno, la dictadura hecha cuerpos. Stelena, Artem, Inha…comenzaron a llenar casas y corazones. Llegaban encogidos por el terror de la sangre, tapándose los oídos cada vez que tocaban las sirenas del Pozo Julia en Fabero, que tuvo que silenciarlas para no ahondar en ese dolor que la mente asociaba.

Y ahora, ese acento ucraniano que reconocemos desdela primera sílaba, se ha convertido en esa parte del azul y amarillo con el que pintamos nuestra fachada. Dos colores que casan como el Mar Negro y los campos de grano, y que no han podido hacer entender que una bala no corrige, solo reprime y levanta odios. Un año de pulso bélico se vive desde el Bierzo como una miserable tortura fraguada desde la moral insostenible de un mamut agarrotado en ideas demenciales. Un hijo de la gran Putin, con ínfulas de faraón al que el mundo reprocha, pero soporta. Doce meses, para trece ya, de todos contra uno. Y las matemáticas hacen aguas aquí, porque, tal vez no se nos esté contando esa parte de la historia que hace que los muertos sean el daño colateral necesario para pagar la dependencia de todos de un solo loco.
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