Ponerse a parir

Por Sofía Morán de Paz

Sofía Morán de Paz
16/12/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Como muchos de ustedes ya sabrán, el pasado lunes moría un bebé en Vigo durante un parto en casa que no contó con asistencia profesional. Aunque se desconocen las circunstancias concretas del suceso, se sabe que era el segundo hijo de la pareja, el primero ya había nacido en el domicilio y los padres decidieron repetir una experiencia que había sido buena. Esta vez, sin embargo, el bebé venía en posición podálica (de nalgas), considerada de riesgo siempre, y no pudo aguantar el trance.

Este caso vuelve a poner encima de la mesa un debate absolutamente polarizado, donde no existen posiciones intermedias ni las amplias gamas de grises, quien está de acuerdo con los partos en el hogar, los defiende sin fisuras, con argumentos lógicos y datos que respaldan la decisión, pero es que para quien lo entiende como un riesgo innecesario, o un sinsentido, también hay estadísticas y sobre todo experiencias que tienden a decantar la balanza. ¿De qué lado está usted?

Nuestro sistema de salud acepta, pero no regula, es decir, la mujer puede elegir libremente donde quiere dar a luz, y puede cambiar el hospital por su propia casa, asumiendo, eso sí, todos los gastos que implica.

En España esta no es una práctica habitual, pero cada año se producen aproximadamente unos 800 partos domiciliarios y programados, atendidos por equipos de matronas que previamente valoran los riesgos y la idoneidad de hacerlo en casa, o no.

Puedo imaginar lo que han pensado nada más leer la noticia y valorar las circunstancias, relacionándolo de forma automática con esa «corriente naturista» que siempre juega a dar la nota, los alternativos, antivacunas y anti-progreso, esos que abogan insistentemente por la vuelta al pasado, un pasado que no han conocido, pero afirman sin duda alguna que fue mejor. Pero esperen, no juzguen todavía, este es sólo el camino fácil, la solución más evidente, que bien nos puede servir para explicar algunos de estos nacimientos, pero que está lejos de reflejar una realidad menos obvia, porque detrás de una decisión así, hay otras muchas cosas.

¿Cuántas veces han oído describir el alumbramiento de un hijo como el momento más feliz de una vida entera?

Es algo que se repite como un mantra generación tras generación. El relato que idealiza la maternidad ya desde ese momento, elevando las expectativas de muchas mujeres hasta el infinito (y más allá), donde el parto no es más que un sencillo proceso fisiológico para el que nacemos preparadas y donde nada malo puede pasar, ¿qué necesidad hay entonces de ir a un hospital? Se plantean vivirlo en su casa, rodeadas de las personas que quieren, de la forma más romántica posible, y olvidando por completo que a veces, se presentan complicaciones graves que ponen en riesgo la vida de la madre o del bebé. Sacúdanse la purpurina, la mortalidad materno-fetal en el parto existe, y hay riesgos, por pequeños que sean, que no compensa correr.

Pero también están aquellas mujeres, formadas e informadas, que nunca lo pensaron, pero han tenido que cambiar su hoja de ruta, tras nefastas experiencias pariendo en un entorno hospitalario.

Las malas formas, la absoluta pérdida de control, y una deshumanización general en todo el proceso. Hay que parir en poco tiempo, sin quejarse mucho, y sin gritar, obedeciendo sin rechistar, que algunos allí tienen mucha prisa. Si escucharan las cosas que se llegan a decir a veces en un paritorio, sentirían vergüenza ajena de algunos profesionales. A quien ha pasado por esto, no le quedan ganas de repetir la experiencia.

El momento de dar a luz es una experiencia extrema, sin almíbar, sin purpurina y sin cuentos de hadas, garantizar la seguridad materna y fetal es siempre una prioridad, y nunca deberíamos renunciar a los medios y a la rapidez de actuación que ofrece la atención hospitalaria del parto. Agradezco a mi ginecóloga Carmen G. Ferreiro, y a mi matrón Dalmacio, el trato humano, digno, sereno y respetuoso que recibimos cuando nació mi pequeño Dimas.

Hay estadísticas que siempre vemos lejos, aquellas de uno entre un millón, pero recuerden que alguien tiene que ser ese uno. Tú y tu hijo, no compensa.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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