27/08/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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El 24 de agosto del año 79, a la puesta de sol, se veían Saturno y la Luna hacia el Sur. La Luna había pasado por el cuarto creciente el día anterior, así que iluminaba bastante la noche. Estaba en Sagitario, delante de la vía Láctea, a la que sin duda ocultaba en esa zona con su luz. Dos horas después de ponerse el sol, Marte salía por el Este premonitoriamente. A medianoche la luna se ponía y por el Este ya se veía completo el magnífico pentágono de Auriga, junto a Aldebarán y Júpiter. Júpiter se encuentra en esa zona privilegiada del cielo, a medio camino entre Capella y Betelgeuse y casi alineado con ellas. Un poco más tarde aparecía esplendoroso Orión con sus canes: Proción y Sirio. Esta última, la estrella más brillante del cielo. Debía ser un increíble espectáculo ver a Júpiter rodeado de las estrellas más brillantes del firmamento y superándolas a todas. Pero la vista hacia el Este aún mejoró. Venus salió dos horas antes que el Sol y superó con su brillo a Júpiter y, por supuesto, a las demás estrellas. Estaba en los días de máximo brillo y era ocho veces más brillante que Júpiter que, a su vez, ya era el doble de brillante que Sirio. De hecho hubiese sido posible seguir viendo a Venus después de la salida del Sol. La noche hubiera sido realmente una hermosa noche de verano en Pompeya si el monte Vesubio no hubiese explotado y arrasado la ciudad. Y las de Herculano, Estabia u Oplontis, donde se hallaba la villa familiar de Popea Sabina, la esposa (y víctima) del emperador Nerón. Un cielo semejante a aquel fue el que vieron por última vez los habitantes de las poblaciones del golfo de Nápoles, desconocedores de hallarse a los pies de un volcán a cuya exuberancia se refería sin ambages el hispano Marcial: «Este es el Vesubio, verde hasta hace poco con la sombra de sus pámpanos, aquí su famosa uva hacía rebosar los bullentes lagares». El último también para Plinio, el Viejo, una de las mentes más privilegiadas de la antigüedad, que se encontraba en Miseno y que perdió la vida en una erupción a la que su familia terminaría por dar nombre. Las noches de agosto de Pompeya son de Venus: «Estas son las cumbres que Baco prefirió a las colinas de Nisa, por este monte desplegaban poco ha sus danzas los sátiros, esta es la morada de Venus». Marcial dixit.
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