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¿Pompas o burbujas?

30/08/2020
 Actualizado a 30/08/2020
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Entre las tonterías que a veces se sacan de la manga los pedagogos modernos están esos conceptos más próximos al marketing que a la educación, como la bochornosa solución de las «burbujas», con la que pretenden dar gato por liebre a padres y maestros durante lo que nos aguarda de pandemia. A la espera de que no acaben convirtiéndose en pompas fúnebres (con nuestras autoridades vestidas elegantemente de negro en una explanada, mientras suena de fondo la misa de réquiem), lo que no se atreven a decir es que la opción menos trágica sería reducir el aforo de las clases, pero que si tal decisión no llega a efecto es porque en este país no tenemos ni un puto duro. Somos un país pobre (o quizá sea más acertado decir, empobrecido), pese a que tenemos un Presidente bronceado y teóricos marxistas que viven en dachas. Pobre de solemnidad, pese a todo lo que han robado algunos políticos de derechas e izquierdas, que no sabían dónde meter los billetes (hubo uno que en el altillo de un ropero) que se les caían de los bolsillos. Pobres como ratas, pese a esa deuda estratosférica que nos equipara a los nobles arruinados que viven del cuento, y pese al derroche continuo e incalculable que ha sufrido este país durante décadas: el ferrocarril que no se pueden permitir en el resto del mundo, las plataformas de gas inútiles, los aeropuertos vacíos, los museos de arte contemporáneo, las mil y un facultades, los tranvías decorativos o aquel submarino que no flotaba, y que ni siquiera era de color amarillo. Pobres, en definitiva, y puede que hasta tontos, pero con una pizca de orgullo. Por eso lo de las burbujas no cuela. Vendrán momentos que no hubiésemos deseado vivir, un invierno áspero y bronco, pero no pretendan maquillarlo con chorradas. Me pregunto si, al igual que están haciendo todos los que no transigen con la violencia y la humillación racial, llegará el día en que aquí también hinquemos una rodilla en tierra para protestar por tanta infamia y tanta tomadura de pelo. A lo mejor para entonces ya tenemos un Trump de pacotilla a las puertas del Congreso, un salvapatrias a quien habrán votado millones de individuos hartos o desesperados. Si llega ese triste desenlace, veremos subir hacia el cielo otro tipo de burbujas: las que salen de botellas abiertas por tipos sin escrúpulos en los salones más helados y sombríos.
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