27/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Contenta, sin frío, en nada parecida al charrán o gaviotín ártico, el diminuto pájaro más migratorio de cuantos animales se conocen en el mundo, con su cabeza negra, cuerpo blanco y pico rojo que maternalmente enfurecido picó en la cabeza a mi amiga Olga al borde mismo de la carretera cuando movida por un instinto curioso se aproximaba al nido donde incubaba tres huevecillos en el pueblo noruego de Longyearbyen, el asentamiento más al norte mundial con más de mil habitantes permanentes, al borde mismo de la carretera, lo que indica, además, escasa circulación por el lugar, pero que no contenta con su inicial defensa también intentó alcanzar a mi amiga Isabel Nicolás, la cual muy hábilmente reaccionó cubriéndose la cabeza con un gorro que llevaba preparado para las esperables bajas temperaturas, que después no fue tanto. La suerte remó a nuestro favor.

Contenta, gozosa, alegre tras dos semanas, preciso, en torno al norte del Círculo Polar Ártico. Pues dos semanas circulan entre el siete de julio y el 20 en este caso coronados por 2018 con sus catorce noches blancas y un mar sereno, tan sereno, tranquilo que no fue necesario ingerir nada, al menos en mi caso, la recomendada por la farmacéutica y mi hija biodramina, ni siquiera aunque el barco Zenith en algún momento estuviese un poco temblón o nosotros le diésemos vueltas al magín con multitud de elucubraciones cuando el capitán griego Dionyssios Koutsoukalis por megafonía anunciase que por razones de seguridad el desembarco en el puerto de Leknes se haría en lanchas como la amarilla, roja, naranja que obstaculizaba la ventana de mi camarote o cabina, anuncio que, sin duda, a mí cierto miedo me dio. Luego resultó todo sencillo, bien ordenado, seguro e incluso simpático. Hasta me alegró ver a través de la ventana de mi cabina, la 9073, un joven negro de dulce sonrisa a quien le respondí con la misma restituyéndola a su sitio inicial de donde ya no se movió en toda la travesía.

Y tras esta breve introducción iré desgranando aquellas cosas, situaciones recordadas, emociones hasta ahora impermeabilizadas o descubrimientos para mí en estas latitudes septentrionales asociadas al frío o hielo permanente, los samis papando frío o resistencia, el mundo mágico de los trolls, más malignos que los de la Noruega sureña, más bondadosos y algunos con seis dedos en cada mano, los bien conservados petroglifos al aire libre en la ciudad de Alta, los vikingos, tan hermosos rubios ellos, sin cuernos, los cuales usaban únicamente para beber, según refería la brillante conferenciante española Fani López, quien abarrotaba con sus exposiciones el enorme teatro del buque Zenith, vamos una joya que perdía el crucero estos días, pues se iba entonces.

Debo reconocer que estas fechas han puesto de nuevo en mi mente el bacalao en la Islas Lofoten, tan ricas en dicho producto marítimo, el buen bacalao, el mejor tal vez, ya sea al pil-pil, al ajo arriero, asado, con arroz o con repollo y unas patatas, manjar exquisito que en mi infancia, llegadas las navidades, yo degustaba con mi familia para descongestionar tanto ágape navideño y también cómo he descubierto los secaderos de cabezas de bacalao que trituradas luego envían como sopas para Nigeria. El bacalao, antaño alimento barato, propio para pobres, en tanto hoy caro carísimo. Asimismo llegaron los trineos tirados por perros. Sin embargo con cierta decepción, pues al no haber nieve arrastraban entre 14 o 15 caninos unos carros de ruedas con ocho o nueve personas por una carretera sin asfaltar compartida, por si fuera poco, con otros vehículos. Interesante era ver que cada poco el guía paraba y con unos calderos les daba agua a beber para que no se deshidratasen al tiempo que con las manos mojadas los refrescaba y ellos manifestaban agradecimiento.

También estos días árticos he podido comprobar la veneración que el pueblo siente por Roald Amundsen, explorador descubridor del Polo Sur. Libros, bustos, otros monumentos nos lo hacen presente. Eso sí, libros en español, ninguno, ni siquiera en el Museo Polar o Polarmuseet existente en la ciudad de Tromso donde existen varias de sus obras o sobre él.

Hay algo que deseo aclarar antes de proseguir. Aunque escribo, como siempre, desde la necesidad de comunicarme con aquellos que no evitan mi nombre en los papeles o en las nuevas tecnologías, en realidad hoy no escribo. Me limito a pasar a limpio las notas que he ido recogiendo con el papel, el bolígrafo, los ojos, el corazón y mi memoria en este voluntario crucero en el buque Zenith de la naviera española Pullmantur. Estoy contenta, en general, del crucero, pero no así de Pullmantur, empresa cuyo responsable o responsables del departamento de comunicación dejan mucho que desear. Pues no es de recibo que habiéndoles notificado por correo electrónico (en mi archivo se halla tal notificación) el reportaje sobre este viaje que estaba realizando, del cual había salido ya a la luz en este periódico (6 /07/ 2018) ‘Polo norte (I)’ y se iba a emitir ‘Polo Norte (II)’, previsto para el 27 del presente mes, mientras se deseaba cerrar con ‘Polo Norte (III)’ consistente en una entrevista al capitán nombrado Dionyssios Koutsovkalis, para lo cual se solicitaba la pertinente autorización, guardase absoluto silencio la naviera ¿Pues qué opinan ustedes de que diese la callada por respuesta una empresa que airea buen hacer a los cuatro vientos como es Pullmantur? No, no es correcto. Por supuesto, no habrá entrevista al capitán, seguro, pero saldrá, si los cielos no lo impiden, ‘Polo Norte (III)’. ¿De qué versará? Al tiempo.

Como simpática anécdota relato que mi teléfono móvil, hace tiempo una patata ya, pese a lo costado en su momento, que es de los que llaman inteligentes, dejó de funcionar en territorio noruego y ruso (la populosa y muy vinculada a los submarinos Murmansk es una ciudad rusa), tenía, pues, que valerme de comprar packs de wifi al barco con el inconveniente de que sólo podía poner whatsApps y enviar fotos. Bien, en su comienzo y siempre, para mi sorpresa, me situaba bien en Ponferrada o en la Urbanización Coto de San Isidro, acompañados del tiempo y la temperatura. Que hay que ver que dislates cometen estos inventos. En fin, tendré que comprar otro que sea más fiel a su ama.

Ah, para cerrar, una posdata ártica de gratitud y afecto para el personal del crucero Expedición al Círculo Polar, atentos, amables y diligentes todos. En particular para la ya citada conferenciante de lujo española Fani López; para la mejicana jefa de comunicación a quien varias veces visité con mi ‘patata’ Veridiana Campa, cuyo nombre me evoca la celebérrima película de Luis Buñuel o la canción de Joaquín Sabina; para el camarero brasileño Ewerton Alves, memorioso hasta más no poder: nombres, rostros bien enfundados con gorros y gafas los reconocía mejor que los propios escaner del barco y para el español Pedro García, jefe de entretenimiento reparador de la alegría y sus hogueras semiapagadas.
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