06/07/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Mi amigo fiel y, en consecuencia, duradero tantos y tantos años, el artista plástico y poeta villafranquino universal, Juan Carlos Mestre, el arcángel seductor, se pasa la vida llevando y trayendo su singular poética voz por todo el mundo. De manera que llega a su casa suelta una maleta y coge otra, eso cuando no la acompaña de otros adminículos como su atractivo acordeón, el espiritual, tembloroso triángulo que pasado el tiempo resuena en la distancia o la campana solos o acompañados por otros sorpresivos, que yo no me explico cómo no se extenúa, desfallece, con tantísimo viaje. En serio, me pregunto de dónde saca tanta energía para seguir alimentando sus atractivos espectáculos, porque cada actuación de Mestre o Mestrín según le llamaba Antonio Pereira, y él nos permite seguir llamándole así a los amigos, hay que reconocerlo es un gozoso espectáculo.

Mestre, escoltado siempre por la fraternidad con los harapientos, con los olvidados y desasistidos de su estrella, es un viajero impenitente, tal como queda dicho, en tanto yo viajo apenas nada comparado con él, aunque no está mal haberme iniciado como trotamundos a los cuarenta años en Portugal, parecido a casi todos, y a estas alturas de mi vida haber superado la treintena de países (lugares españoles pisados con mis diminutos pies igual que yo misma, aparte).

Bueno, todo lo anterior para avanzar que no transcurrido mucho julio, muy precedido por tormentas violentas que han chafado las fiestas de San Juan y San Pedro y arruinado las cosechas, no digo ya los peinados conforme comentaba una guía brasileña que tuve en Perú, que eso en su comparación es una minucia, a escasos días de éste en que paso al ordenador la actual columna inicio junto con una docena de estupendos y muy viajados amigos (en noviembre último todavía visitaron Australia y Nueva Zelanda) mi ruta al Ártico o Polo Norte con los ojos puestos ante todo en las sorprendentes, maravillosas noches blancas, si bien lamento la ausencia en estas fechas de las auroras boreales, pero aún me quedan los trineos tirados por perros, la naturaleza ártica en estado virgen y el conocimiento de la cultura de los sami. El avión me invoca desde Madrid en dirección a Trondheim, Noruega, en el vuelo IBS 9528 MAD 07/18/ 08:30. La voz marítima del enorme buque Zenith nos aguarda para saborear el Crucero Expedición Círculo Polar Ártico. No, no penséis que los cruceros se han colocado con facilidad en mi vida. No, sólo he ido a uno, cuya duración alcanzó un día por aguas griegas. Guardo un respeto temeroso al agua, tal vez porque no sé nadar. Ya os contaré cómo se me da la alta mar durante dos semanas. Hasta entonces un saludo bien abrigado. El frío en Tromso o Lakselv, Noruega y Murmansk, Rusia, por ejemplo, con su escopeta de hielo me aguarda. Tampoco es una quimera la nieve. Difusa la luz. Cae la tarde. Gran actor el hombre. tranquilo que amaba las rosas.
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